Han transcurrido decenios y hoy me llega a las mientes la
nueva de que, empleo eufemismo, el conde de Miravalle tuvo los redaños de
invitarme a su boda, y ha menester avisar que fue de lo más señalado y rumboso en la
sociedad esa boda prosopopéyica de el señor conde de Miravalle, y esto amén de
haber refocilado entrambos antes desa refulgente boda henchida de lo alta
sociedad mejicana.
El lado obscuro, el lado tristísimo, es que dos tristes
de triste memoria, dos opacos que, habiendo podido evitarme escisión, afrenta
sobre algo que yo no fize ni pretendí consumar, nada hicieron, y eso que igual,
refocilé con esos dos hombres que, se dicen muy hombres, machos, denodados,
impertérritos, y cuando hubo menester de demostrarlo fueron timoratos, viles,
ruines, callaron la verdad que pudo evitarme esa afrenta inmerecida, infame,
injusta.
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