martes, noviembre 26, 2019

enrique


Estando yo ya allende la frontera de mi país, de súbito mi familia me aparece que recibe letras anónimas que cuentan mi despedida en el restaurante Sanborns a la que sólo fue invitado el pseudoamigo Enrique, en esas cartas se da cuenta de mis correrías amatorias, de mi vida íntima a la que sólo ese enrique tenía acceso, yo por mi parte igual, recibí cartas anónimas de ese enfermo mental en que me informaba que lo que yo le había encargado, entre ello un cuadro que mi abuela me trajo de El Prado de Madrid, una reproducción de El Greco, lo había abandonado en la calle.  Eso es un amigo, justamente eso es el famoso amigo al que ayudé yo.  Parece que estaba celosito de que su amante, otro demente, se me fue a ofrece a mi casa, pero hasta el mismo enrique supo que yo nada hice con esos ofrecimientos de su demente amiguito que me puso esa celada tan simple y tan baja como lo era él, pues ese pobre hombre era un tipo de baja estofa y de mala catadura dicho a la real de España.