martes, marzo 02, 2010
Estebanillo de Miravalle
Ha ya muchos años, cuando iba en la Preparatoria, tuve un ínclito compañero de mucha prestancia, él era grande, fuerte, blanco de carnes, barbado, velludo, noble con una grande casa solariega allá por el castizo Barrio del Santo Arcangel, barrio ése criollo de la capital desta Nueva España de estilo arquitectónico andaluz, la cosa már hermosa del mundo. La casa-palacio deste noble ricohombre es nobiliaria de ésas de luenga barda en piedra que demarca la propiedad y preeminente linaje de sus ricos propietarios, esa barda costosísima contenía señorial mansión en la que los señores condes de Miravalle ofrecían holoséricos saraos dónde escuchábase con harta regularidad música barroca en un salón "ex profeso" con sitiales y sillería de gran estilo francés bañada esa sillería con oro de hoja y de batihoja, forrada con recamados terciopelos brochados en brocatel y con brosladuras, era notorio que esos trabajos primorosos fueron traídos de la Francia. La riqueza desa casa-palacio de los grandes señores condes de Miravalle, y el buen gusto por la música barroca, denotaban su prosapiada nobleza que es la limpieza de la sangre.
Ese compañero mío no era amigo mío sino del señor conde de Stéwart-Sómerville quien sí era muy mi amigo mío ese grande señor conde de Stéwart-Sómerville . El Grande conde de Stéwart-Sómerville hízose muy amigo de Estebanillo de Miravalle quien era conde de ese dictado, por añadidura como yo era el escudero del señor conde de Stéwart-Sómerville , comencé a tratar a Estebanillo, el tal Estebanillo no desataba ninguna pasión homoerótica en mí, así y todo...
El señor conde de Stéwart-Sómerville , mi amigo, organizó en una de sus tantas salidas, pues él era de regalada vida de solaz placer, no de salaz pues... no sé... algo había en lo que trata de la lubricidad de el conde de Stéwart-Sómerville pues que no tenía pulsión sexual ninguna, en dado caso, el Conde quien gustaba de saraos, tertulas y paseos, organizó un viaje a la casa de mi tío Antoñito en la Villa de San Miguel el Grande, esto en el Estado de Guanaxuato (Méjico). Huixquinapam o Huixquinapan se llamó en tiempos de la gentilidad, esa Villa de San Miguel el Grande. El dicho Huixquinapan significaba "Agua de perros", hase de recordad que en los tiempos de la gentilidad los perros americanos no sabían ladrar, fueron los perros traídos por los castellanos quiénes enseñaron a los desta tierra, a ladrar.
La primera vez que fuimos, iban sus dos escoltas de Estebanillo de Miravalle, el señor conde de Stéwart-Sómerville, mi perra Diana, y Gina quien era amiga de el Conde de Stéwart-Sómerville . La famosa Ginita iba para follar con todos, y así aconteción, excepto que cuando yo tuve mi turno con ella, constituyó un ultraje a mi persona, por fortuna no tuve erección, Gina dormía como un tronco y yo salí sin lío de ese trance malhadado de verme follando por fuerza con una tía ¡me cago en Dios!.
Esa vez tornose acre el viaje pues Estebanillo no quiso que uno de sus escoltas follase con Gina y, el escolta andaba rijoso en sus calores estivales entre las piernas, justo arriba del dídimo en sopandas de su escuálido continente.
El Gran señor conde de Stéwart-Sómerville organizó otra ida a esa mi casa de campo en esa Villa de San Miguel el Grande, esta vez Estebanillo, no diré porqué, ya no gozaba de escolta, él iría solo pues aquesta vez Estebanillo vivía no lexos, Estebanillo vivía allende el cerro pelón de San Miguel, en villa de las inmediaciones de esa zona comarcana, vivia el egregio Estebanillo.
Ese llegar de Estebanillo de Miravalle causó mucha tensión en mí pues era más amigo del Conde de Stéwart-Sómerville que mío, como sea siempre fui correcto, demasiado correcto, demasiado.
Estebanillo de Miravalle traía -recuerdo bien- el o la "cassette" de "Amar y Querer" con José José, algo fascinante para mí, a él le daba igual que yo tuviera emoción con ello, esto porque Estebanillo de Miravalle tenía mucha hacienda que les venía de la condesa de Miravalle, esto es que sus caudales eran inefables. La Gran señora condesa de Miravalle tuvo su casa-palacio primero en el Centro de la Villa de Casa y Corte de Santiago de Méjico, esto es, dentro de la Traza de la Ciudad. Hoy esa casa-palacio yace abandonada, y eso que está frente al Casino Español sitio que guarda el trono se Sus Majestades los Reyes de las Españas, así y todo esa casa solariega de la señora condesa yace abandonada hoy día. Los señores condes de Miravalle agora ostentan nobiliaria casa con hacienda y tal en su tierruca La Nueva Galicia pues que de allá son oriundos.
Esa primera noche la pasaríamos Estebanillo de Miravalle y yo, solos. Eso me tensaba demasiado pues yo de naturaleza ansioso, inseguro y feble de cáracter temía cometer feos yerros ante el cospicuo caballero.
El palacete que tenía de mi tío Antoñito, era enjalbegado, rodeado de jardín valado con arcos invertidos coronados éstos de faroles. La casa era de dos plantas, en la superior sólo había una recámara con un balcón. Abajo había tres, todas con chimenea. El moblaje era de estilo español virreinal, la cocina con azulejos era muy bella y, la sala ostentaba un grande ventanal que daba al jardín, a la cochera y a la rúa que se denominaba Fuentes, la casa era sito número Uno.
Llegó Estebanillo, metió su coche dentro de el solar. Yo en realidad no sabía qué hacer, creo que puedo presumir que no soy lisonjero, con él debía serlo pues era un Grande de España quien llegaba a mi palacete, así y todo no fui lisonjero sino más bien frugal. Con grande bizarría bajo de su auto, bajó con su grande prestancia propia de los criollos novohispanos. Estebanillo era imponente por su grande prestancia pues amén de ser aún mozo, su prestancia le viene de su linajuda familia de esas de pro.
Yo no sabía qué diantres hablar con Estebanillo de Miravalle pues que él hablaba de mozas y yo como tenía la pulsitón homoerótica pues no sabía yo qué coños hablar sino que más bien yo creo que sólo respondía preguntas, aunque recuerdo que en veces sosteníamos palique y departíamos lo que hacía yo con suma deferencia pues yo sabía que su padre estaba muy anejo a la Corte.
Estebanillo llegó a mi palacete, que más que palacete, en realidad era una villa. Decía que llegó este mozalbete de Estebanillo ya en el crepúsculo de la tarde. Esas tardes que reverbera el sol sobre los churriguerescas pilastras estípite de San Francisco sobre la Calle Real, tardes secas, tardes en que el sol esplendente cae sobre el cerro que se ve desde ésa mi casa de esa villa de Casa y Corte.
Ya para dormir, encendí la chimenea del salón, la leña crepitaba haciendo trémulas flamas que anhelantes de elevaban fabricando diablos y formas raras en la leña, a Estebanillo le hice su cama, significo aquí que le puse sábanas limpias en su cama y un edredón a más de una almohada con funda como hecha de albura. Estebanillo de súbito me pide que le haga un masaje. Yo con el temor de que barrunte o descubra que soy homosexual, le doy el masaje de manera mediocre. Sumamente denodado, avezado, arrojado y de esplendente inteligencia este Estebanillo de Miravalle de súbido me dice con energía viril propia del macho, que no sé hacerle el masaje, Estebanillo me dice que él me enseñará cómo se ofrece un masaje de manera correcta y adecuada. He de aclararos: yo que siempre fui timorato para la seducción, jamás habría yo pensado consumar lo que Estebanillo logró esa noche, ¡la mejor noche de mi vida!.
Estebanillo de Miravalle me acostó boca abajo, supino dice el otro o de bruces si su merced gusta. Estebanillo, a horcajadas, se trepó sobre mí, comenzó a darme el masaje en la espalda, sin mucha dilación comenzó a bajar sus manos hasta llegar a mis nalgas. Ya allí con presteza me bajó los calzones; yo para esto ya estaba excitado a sumo grado. Me llamó la atención mucho el que un hombre con tantísima destreza para hacer el amor, tuvo la urgencia de apagar la luz, eso me parece muy del tercer mundo pues, recuerdo que muchísimas veces hice el amor a obscuras pues a los contertulios les era menester para hacer el sexo apagar la luz, luego, es una condicion "sine qua non" para muchos del tercer mundo apagar la luz, eso habla de una culpa que aún ocasiona el sexo, esa culpa que nos viene del Medioevo.
Estebanillo con la urgencia de la pasión eroticosexual, cogió la lámpara y la lanzó por allá, arrancándola así del contacto mural. Hasta hoy me sigue pareciendo innecesario lanzar en vilo la lámpara y menos aún apagar la luz pues es delectable observar al otro haciendo el sexo.
Asombróme que "Ipso facto" Estebanillo sacó profiláctico y se lo puso antes de penetrarme, yo se lo quité, él me preguntó si era mejor sin él, yo le dije que sin condón. Finalmente nos follamos recíprocamente, él primero y yo después. Fue algo maravilloso. Sólo una vez más follamos luego de ésta, en su departamento, luego ya nunca más le vi.
Sólo recuerdo que nunca más en mi vida algún hombre hace el sexo con tantísima pasión como Estebanillo de Miravalle.
No puedo ocultar que me hacía sentir mal esa desazón de refocilar carnalmente con hombre prosapiado y rico siendo yo de pobre estirpe, es decir de la baja nobleza, a más de no gozar de hacienda como esos amigos que tuve en esa Nueva España.
Un rito que vi por única vez, fue que cada vez que Estebanillo eyaculaba, en volandas iba a mear, eso me sorprendió, veo hoy que es una media aséptica eficaz.
Estebanillo y yo nos largamos, cada uno de nosotros cogió senda, cada uno tomó su derrotero y nunca jamás le volví a ver, durante años quedé amartelado en amor de esas noches de inconmensurable pasión y deseo consumado con ese gentilhombre tan bello y tan viril, noches aquéllas que se transmutaron en el tiempo con amores carnales con Eloy Guillermo, con Mario, con mi primo Julio, con mi primo Julián el bailaor de flamenco, con Eduardo Córdoba y con mil hombres más que por mi tálamo pasaron, al igual que un hato de mujeres como María José y Edith quien llegara a ser mi esposa y muchas otras más de triste memoria. Nunca jamás en mi vida he hallado un hombre que tenga esa pasión para hacer el sexo como ese Estebanillo de Miravalle, Estebanillo era un leopardo, era un felino, era una fiera haciendo sexo, hacer sexo con él es auténticamente algo bien hecho, es placer inefable, pasión paroxismal, elementos que inciden en amor sempiterno, "leitmotiv" para seguir viviendo esta búsqueda sempiterna de otro macho que haga el sexo justamente como lo hace Estebanillo de Miravalle.
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