jueves, julio 21, 2011

Centro de Estudios Tecnológicos industrial y de servicios Número 32


Hace algunos años gracias a los buenos oficios de mi media hermana Rosalinda Mercedes Machorro Mena entré, junto con mi esposa, a trabajar al Centro de Estudios Tecnológicos industrial y de servicios Número 32 sito en el Antiguo Lecho del Rîo Churubusco (sin número) allende del Metro Pantitlán, esto en el Este de la Ciudad de Méjico Distrito Federal, en los EUM. Esta escuela es adscrita a la Secretaría de Educación Pública. Entramos mi ex esposa y yo como maestros en varias materias pues como ambos hicimos licenciatura en Comunicación, sin líos obtuvimos los cargos.

El estar ante los alumnos era fascinante, lamentablemente era lo diametralmente opuesto estar con el Jefe, es decir, el director del plantel que era un maldito. El director de ese CETIS 32 era un señor ingeniero de nombre Jorge Cano Bustos, un hombre armado con pistola, de machos modales, burdo y vulgar, era un tipo al que la enseñanza y los alumnos le importaban un diablo, para orquestar su cuerpo de horror tenía una cohorte de serviles criados de la más baja estofa, el más vil y servil era el ingenierillo de apellido Mireles, un tarado mental, una maestra era de nombre Teresita, esta mujer era una cosa peligrosa, nunca supimos si salía con el Director, siempre esta mujer estaba muy bien vestida, mucho muy bien vestida, era una desgracia pues el medio era en medio de polvaredas espantosas.

Había otro hombre muy malo, el de recursos humanos, Alfredo Encarnación Barreto Yáñez (parido el 20 de mayo), él orquestó que a mi esposa la pusieran junto a él para sostener una relación de amantes, imagino que el señor Barreto Yáñez tenía mejor pene que yo, bueno, eso espero yo. Había un hombre gay sumamente elegante el profesor Xicoténcatl, un hombre finísimo y muy elegante, hombre que no encuadraba en ese medio nefasto, claro que había profesores valiosos como una maestra de Castellano o Español que era una mujer genial como maestra, sacaba maravillas de alumnos, ella tenía una perra de nombre Pinqui.

Había un chico de quién olvido su nombre, un hombre denodado que siempre denunció las felonías de Cano Bustos. Recuerdo a Arrieta, un hombre genial en varios sentidos, hombre sumamente simpático y respetuoso.

No hay comentarios: