jueves, agosto 04, 2011

Eloy Guillermo Barragán Guzmán


En esos años de Dios vivíamos mi padre y yo, con María Paz, su esposa, Inecita y Elvia, sobrinas éstas de Paz. Hollábamos la Aveinida de Álvaro Obregón, una rumbosa avenida con dos hileras de árboles gigantescos hallando en el centro fuentes con estatuas, éstas reproducciones de obras griegas, el piso de este paseo estaba con baldosas en cantera rosa, bella avenida ésa.

Mi padre trabajaba a una calle de allí, en la Secretaría de Comercio, luego se le adujo "y de Fomento Industrial", eran bellos tiempos ésos, idos ya y que jamás volverán, el edificio de esa Secretaría caería en un seísmo de 1985 de dos que hubo.

Mi padre y Paz le alquilaban el cuarto de azotea a Eloy Guillermo Barragán, Eloy Guillermo laboraba en la misma Secretaría, al mismo tiempo él estudiaba en la prestigiada UNAM.

Eloy como todos gustaba mucho del trago, eso lo ponía sonrientito. Era un buen chico. Cuando Rubén, el hijo de Paz, se iba a bañar, Eloy gustaba de meterse a su cama de Rubencito, un sábado estando metido en la cama de Rubén, me cogió y me puso encima de él y... ayuntamos carnalmente. Fue un momento estelar lleno de holgura y de placer para entrambos machos.

Eloy y yo seguimos follando con alegría, incluso una vez no invitó no se quedó con su novia y me llevó a Cuauhtla a casa de sus padres a pasar el fin de semana, lo que no previó Eloy, es que el temor a ser descubierto lo hizo que no hiciéramos nada ese fin de semana en casa de sus padres. Así y todo, ya en el Distrito Federal seguimos follando durante un breve paríodo de tiempo.

Yo notaba que, como siempre acaece con los "heterosexuales", a Eloy le llenaba de miedo el verse sólo homosexual, saltaba a la vista que le preocupaba mucho el devenir gay, ante esto, Eloy se retrotrajo de mí, tal vez introyectó su heterosexualidad a fortiori, en dado caso, todo pasó, se fue, se olvidó, dejamos eso que era delicioso, placentero, sano, bueno, eso que nos llenaba la vida con holgura, el sexo entre dos hombres era lo que nos señalaba la senda en la vida pero Eloy escogió su derrotero diferente, Eloy, como mis dos primos, como los dos Alejandros que tuve de amantes, eligieron la mujer, no porque fueran heterosexuales ni bisexuales, yo lo dudo tompletamente, para bien decir, el ser socialmente fuertes es un postigo que da paso a prebendas en la sociedad pues el ser padre, el tener una esposa, el ser heterosexual da prestigio social en Méjico, es seña de potencia sexual, de vitalidad, de fertilidad, de señorío, de mayorazgo. El ser heterosexual es seña de fuerza, de vigor, de masculinidad. Es paradójico pues los griegos en la Antigüedad sabían que el que un hombre folgara con una mujer, lo debilitaba, mientras que si lo hacía con otro hombre, adquiría inteligencia pues no se debilitaba con una feble mujer, la que era útil para la reproducción. Es también paradójico que el macho odia la femineidad y se amartela con féminas, mientras que el homosexual nos amartelamos con machos y no con féminas, y nos califican de afeminados debiendo ser afeminado el que elige a una fémina y no a quién elige a un macho. Seguro estoy que yo tenía más inteligencia que la novia de Eloy Guillermo, a más de gozar de mayor intelecto, cierto que yo no pude darle hijos pero... desconozco si los tuvo.


Ésa fue una etapa fascinante de mi vida, etapa que nunca más veré pasar frente a mí sino en mi memoria, fueron tiempos en que creía que el Mundo mejoraría, lo que comúnmente llamamos "esperanza", en esos tiempos yo de iluso presentaba esperanza, esperanza de mejoría de Méjico, esperanza que la corrupción acabaría, esperanza en que se acabaría la pobreza, hoy ya maduro sé que son ilusiones vanas de joven inexperto y soñador que cree en endriagos y en basiliscos. Fueron esos tiempos algo bellísimo, Eloy y yo devorábamos libros, bellos libros de izquierda, nos íbamos de espitas y follábamos con pasión, ¡como Dios manda!, el célico no estaba tan lleno de benceno ni de plomo, no había crímenes, caminaba toda la noche para regresar a casa después de una juerga y de haber follado con siete desconocidos, después de haber estado en departamentos bellos de gente de toda laya, de todo estrato social, de toda calidad, ya en una vecindad con el hijo de un militar que si sabía que su hijo era puto, lo mataba, ya en la zahúrda de un policía, ya en una bodega follando con el velador que hacía duermevela en pelotas a mi lado, ya en el vapor follando a bellos hombres, ya en la casa del escritor famoso que era puto y no quería que nadie lo supiera pues lo echaban de Televisa San Ángel, ya follando con el hijo del presidenciable en el hispalense Barrio de San Ángel, ya en la casa de el hijo de otro político prometedor en Chimalistac, barrio también de criollos novohispanos de prosapia, ya en el condominio de Polanco con decoración suntuosa, ya en la casa del hijo de otro político en Lomas Altas en dónde había estatuillas robadas del Museo de Antropología, ora en la casa de la hija de la artista que hace telenovelas y que fuma mota como enferma, ora en casa de la amante del Tigre de apellido vasco y que ella tiene apellido francés, ora en el cuarto de azotea follando con Marito Bautista Blanquel el que tiene un puesto en el Mercado.

Eran tiempos maravillosísimos en que soñaba que iría a Europa como lo hacían mis amigos, soñaba yo en que iba a poseer un condominio y un automotor. Todo fue fallido, quizá la mía fue una vida fallida, lo que vulgarmente llamamos "fracasado", sí eso fui, un fracasado. Pero como fablo y pablo más de esos bellos tiempos idos ya, os narro que en esos ayeres cuando yo era mozo, todo se presentaba promisorio como la Tenochtitlan franca ante el Grande Señor marqués del Valle de Oajaca que anhelante y gozoso la quería para su Señor y rey, así como esa maravillosa Tenochtitlan abríase llena de crúor espantable y de ídolos demoniacos a los ojos cristianos, así como esa Civdad entregaba sus albañales a la sed de los castellanos de cristianizar a los indios, así como esa imponente Tenochtitlan abría sus canales, acequias, jardines colgantes y sus puentes para que entraran los bergantines del marqués para ser asediada amén de prometer ser inexpugnable esa egregia ciudad, así yo me sentía en ese entonces ante la vida mía la que veía en lontananza. No veía mi vida a guisa de galeón real, no, no era yo Carlos Monsiváis ni Montemayor ni Juana de Asbaje, no, nada de ello, pero sí creía que algo nimio podía lograr. Igual que yo, Eloy Guillermo tenía ante las plantas de sus pies, el Mundo, la vida, el firmamento, no sé qué fue de ese hermoso hombre con quién ayunté carnalmente varias veces en los que al corrernos veíamos extáticos, la Gloria.

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