viernes, febrero 19, 2010

LA AMISTAD NO EXISTE PARA MÍ


Mi tía y mi tío me dijeron siempre que yo era tonto. No sé, tal vez sí, tal vez ingenuo.

No ha mucho le decía a mi amigo Nf. que yo no creo ya en la amistad, él me dice que él sí cree en ella.

Tenía yo una amiguita muy querida, una señorita de edad mayor que yo, ella ya era adulta cuando yo era un niño de siete años, ella me decía tomer un vaso con leche para hacer sueño cuando esperaba yo a los Tres Santos Reyes Magos con mis juguetes el seis de enero de mi niñez.

Ella, Martita, cuando yo abrí mi negocio me regaló un bello Santo Cristo bañado en oro, cuando me mudé a mi departamento prístino, Martita me obsequió con una primorosísima imagen de la Virgen de Guadalupe. Martita siempre fue una fina persona bien nacida, ella viene de familia de abolengo, es una señorita bien educada con un joyel de casa pletórica ésta de estatuas francesas, vajilla con el monograma de su familia, joyas, Martita posee una tiara con diamantes que fue de su abuela...

Un día me reclamó Martita que yo no escribía sistemáticamente en mis epístolas el "Gracias a Dios" cuando yo le escribía yo a ella, le escribí y en respuesta le dije que yo ya no creía en el mentado Dios. Martita en respuesta me dijo que me habían cambiado (¿?) y que ya no quería saber más de mí.

Por esa nimiedad, por esa fruslería ya nunca más sé de Martita.

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