sábado, febrero 27, 2010
La vida en poesía
Quiero creer que es la sofocante primavera xalapeña la que me puso melancólico, pero la verdad es otra. Contar más de cinco décadas y saberme más próximo del fin que del principio, modificó mi visión de la vida. Todo lo que me rodea adquirió nuevos significados. Un día desperté descubriéndome avaro con mi tiempo y troqué los momentos perdidos por encuentros pospuestos. En ese ánimo me puse a revisar mi baúl de recuerdos y aparecieron tres poesías que me asaetearon con sus versos mundanos y emotivos.
La primera se titula Instantes y fue atribuida a Borges hasta que un agrio y encolerizado erudito nos quiso aclarar que de la pluma del porteño no habían salido tales líneas. No importa. Aquí están:
Si pudiera vivir nuevamente mi vida / En la próxima trataría de cometer más errores. / No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más / sería más tonto de lo que he sido, de hecho / tomaría muy pocas cosas con seriad. / Sería menos higiénico. / Correría más riesgos, haría más viajes, / contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. / Iría a más lugares a donde nunca he ido, / comería más helados y menos habas,/ tendría más problemas reales y menos imaginarios. / Yo fui de esas personas que vivió sensata y prolíficamente / cada minuto de su vida. / Claro que tuve momentos de alegría, pero si pudiera volver atrás / trataría de tener solamente buenos momentos. / Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos, / no te pierdas en el ahora. / Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, / una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; / si pudiera volver a vivir viajaría más liviano. / Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo / a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño. / Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres / y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante. / Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
La segunda es de Pablo Neruda, quien en realidad se llamaba Neftalí y se apellidaba Reyes (cosa que por otra parte sólo a los eruditos agrios y coléricos importa).
Queda prohibido llorar sin aprender, levantarte un día sin saber qué hacer, / tener miedo a tus recuerdos. / Queda prohibido no sonreir a los problemas, no luchar por lo que quieres, / abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños. / Queda prohibido no demostrar tu amor, / hacer que alguien pague tus dudas y mal humor. / Queda prohibido dejar a tus amigos, / no intentar comprender lo que vivieron juntos, / llamarles sólo cuando los necesitas. / Queda prohibido no ser tú ante la gente, / fingir ante las personas que no te importan, / hacerte el gracioso con tal de que te recuerden, / olvidar a toda la gente que te quiere. / Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo, / no creer en Dios y hacer tu destino, / tener miedo a la vida y a sus compromisos, no vivir cada día como si fuera el último suspiro. / Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarte, olvidar sus ojos, su risa, / todo porque vuestros caminos han dejado de abrazarse, / olvidar su pasado y pagarlo con su presente. / Queda prohibido no intentar comprender a las personas, pensar que sus vidas / valen menos que la tuya, no saber que cada uno tiene su camino y su dicha. / Queda prohibido no crear tu historia, dejar de dar las gracias a Dios por tu vida, / no tener un momento para la gente que te necesita, no comprender que / lo que la vida te da, también te lo quita. / Queda prohibido no buscar tu felicidad, no vivir tu vida con una actitud / positiva, no pensar en que podemos ser mejores, / no sentir que sin ti, este mundo no sería igual.
La tercera es del gran pobre de la tierra, José Julián Martí Pérez.
Triste es no tener amigos / pero más triste debe ser / no tener enemigos. / Porque quienes enemigos no tenga, / señal es que tampoco tiene: / ni talento que haga sombra, / ni carácter que impresione, / ni valor temido, / ni honra de que murmurar, / ni bienes que le codicien, / ni cosas que se le inventen.
Miguel Ángel Sánchez de Armas
sanchezdearmas@gmail.com
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