sábado, febrero 27, 2010

Los Hermanos




Estudié en el Instituto México, ringle de escuelas de los Hermanos Maristas, en realidad en el abyecto lenguaje pueril decíamos que era el Instiputo México de los hermanos maricos, esto es que allí todo dios era homosexual. No es así ni lo era ni lo será.

Hace unos días conversaba con dos amigos, rememoraba los buenos tiempos de Dios en que estudiaba con los maristas y no puedo soslayar las visiones no místicas sino de formas arquitectónicas, villas, ciudades, personajes, batallas, etcétera que, esos Hermanos nos dejaban ver con sus lenguas tan diestras y, con su ingente sapiencia. Esto todo no lo puedo negar. Cuando esos Hermanos narraban las vidas de los papas, la vida de Pipino el Breve, la batalla de Roncesvalles contra los Sarracenos, cuando esos Hermanos nos narraban la niñez de Sor Juana Inés de la Cruz, cuando nos mentaban a Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, veo aún a los curas ésos citando las obras de Miguel de Unamuno, Pío Baroja, me asombró cuando nos contaron algo sobre el travestismo en el nombre de Fernán Caballero pues que empleaba el pseudónimo ése siendo su nombre real Cecilia Böhl de Faber y Larrea, y tantos más que nos citaron los curas ésos maristas; aún recuerdo que a mi hermoso compañero noble García Rojas y a mí nos tocó exponer a Cesare Pavese, esos curas nos narraron sobre la perínclita Generación del 98 y demás taumaturgos de la literatura castellana. Allí supe de la obra de Edgar Allan Poe y, de los escritores americanos como a Mariano Azuela, José Joaquín Fernández de Lizardi, Juan Rulfo, Juan Ruiz de Alarcón. A Carlos Fuentes, Ignacio Solares, Xavier Villaurrutia, Elena Poniatowska, Juan José Arreola, Vicente Leñero, Eraclio Zepeda y a una retahíla enorme la conocí en la egregia Universidad Latinoamericana, mucho gracias a Vicente Ayora, un genio ese yucateco. La Universidad me categóricamente me marcó pues era de egregia factura. En Primaria aprendí los nombres y en la Universidad aprendí a leerlos pues, los y las maestras en esa universidad fueron unos genios, eran profesores de la más elevada calidad. Esa Universidad Latinoamericana estaba pletórica y hechida de comunistas, eso era egregio, delicioso, hermoso y esperanzador, esos maestros que como todo ser de izquierda, leían muchísimo y, conocían y sabían más, así aprendí no sólo historia sino historicismo, aprendí no sólo de soledad sino también de solitariedad. Allí leí "Los Periodistas" de Vicente Leñero, allí leí "Asalto Nocturno" de Eraclio Zepeda, allí conocí porque leí a el doctor Edmundo Edmundo O'Gorman, La Divina comedia de Dante Alighieri, El Paraíso Perdido de Milton, La cabaña del tío Tom de la estadounidense Harriet Beecher Stowe y a Francisco de la Maza. Fueron cientos los que en la Universidad leí, un hato impresionante de libros que en la Universidad leí, los maestros nos incitaban con ahínco a leer. Obviamente que allí conocí a Armand Mattelart, Hans Magnus Enzensberger, Paul Félix Lazarsfeld, Umberto Eco, David K. Berlo, Edgar Morín, una delectación leer a esos eruditos sapientísimos y doctos.

Ante el Hermano tuve que exponer con música a Neftalí de los Reyes Basoalto, Pablo Neruda de su pseudónimo, para ello emplee música andina de estilo de Illapu denominado Quilapayún.

Los Hermanos nos dejaban atónitos con las descripciones que nos hacían de El Vaticano, nos narraban quién había diseñado La Columnata, quién la cúpula de San Pedro, quién las puertas del Baptisterio de Florencia, quién La Piedad y El David, qué significa La Columnata, nos narraban quién fue Rafael, quién es Miguel Ángel, en fin, detalles de orfebres, pintores, tallistas, nos describían los hombres quienes llegaron a ser papas y sus vidas.

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