jueves, marzo 11, 2010

Mi primo de Puebla


Cuando mozo yo adoraba ir a la Puebla de los Ángeles a visitar a mis primos, primos en quinto o en nonagésimo grado pero primos al fin, digo en nonagésimo grado pues el intríngulis lo he olvidado y es el tío Antoñito que se llevó consigo la historia de los vínculos familiares a su panteón.

Adoraba ir a pasarla con Jaime, Julio y con Jacinto. Con ellos pasé días formidables en esa barroca ciudad tan hermosa y tan española pero llena de indios miserables que perviven en las rúas saturadas de gente y de camiones que expelen gases de la peor calidad.

La levítica Puebla de los Ángeles está compuesta de gente más bien gazmoña delirantemente conservadora que come los más deliciosos platillos que yo he manducado en mi martingala vida ésa. No debo ser asaz crítico desos poblanos angelinos pues que la pasé bien en sus grandes casas en las que el indefectible alcohol y la fiesta con música jamás faltaron, más el alcohol que la música.

Mis primos recibían la mayestática visita de un primo dellos, que creo es sólo de ellos que no mío, un mozalbete apuestísimo, hermoso, de buen talle, con el rostro de Clark Gable decíamos todos, apoteosis de la perfección de la belleza. Este primo Armando de nombre, estaba henchido de cualidades, sencillez, donaire, gracia, elegancia castellana, prestancia hispalense, un cuerpo de dios el que siempre me dejó azorado y, unos ojos almendrados más franceses que españoles que hacían desfallecer al más impertérrito. De adamadas maneras finas es este primo, viril, varonil, denodado y férreo para la vida, enfrentó y confrontó sin problema los grnades líos que la taimada vida nos apuesta con celadas malhadadas. Finalmente es natural su grande belleza pues sí, en efecto desciende de hispanos caballeros sus abuelos, incluso goza mi primo de nacionalidad española para mayor gracia de Dios y del Su Majestad el Rey Nuestro Señor que Dios lo guarde muchos años.

Este bizarro primo un buen día me avisa que se muda para la Civdad de Méjico Distrito Federal, eso me llenó de holgura pues lo tendría cerca de mi persona en mi misma ciudad.

Este primo llegó y le acompañé a buscar hospedaje el que tomó propincuo de mi casa, en ese entonces yo vivía con mi padre y su esposa sobre la Avenida Álvaro Obregón entre Avenida Cuauhtémoc y la Calle de Frontera, en la Colonia Roma de la Ciudad de México D.F. Mi primo se hospedó en una vieja casa de una vieja mujer de las que explotan a sus inquilinos en una pensión de mala muerte como la mayoría de la gente que sobrevive en esa colonia vive pues, las mayestáticas mansiones casas-palacio que quedan, en general son galerías u oficinas de empresas de dudosa fama y honestidad discutida, como finalmente con las grandes empresas también acontece.

Mi dulce primo comenzó a trabajar con un muy su tío quien tenía una constructora; mi primo, ingeniero de profesión fue invitado por ése su tío a trabajar con él en el D.F., ¡y que hizo bien mi primo de abandonar la Angelópolis pues de allí saltó a Campeche, allá en Campeche casado tuvo dos críos...

Siempre recuerdo en el lejanísimo pasado a ese mi dulce primo lleno de mansedumbre que se fue un día para Campeche, le recuerdo cuando le iba a visitar a la pensión de la Colonia Roma, cuando lo invitaba a dormir a casa, varias veces la pasamos juntos y la pasamos bien. Es de los pocos heterosexuales que conozco pues nunca me rechazó, nunca cayó en mis ardides amatorios que iban a llevarlo a mi tálamo, nunca le supe un acostón con hombres, nunca fue agresivo ni nunca vi que le molestara un ápice mi homosexualidad, esto es rarísimo en ese mundo de machismo de Puebla y de Méjico, asaz rara esa higiene mental que este equilibradísimo hombre conserva para ofensa de la chabacanería del vulgo popular que se pretenden elegante y fino.

Tuvieron que pasar años para que nos viéramos nuevamente, él ya con esposa y una hijita. Èsa fue la última vez que le vi.

Este hombre es la hipóstasis de la perfección, no oculto que siempre lo quise muchísimo, hoy ya habiendo pasado mucho tiempo, se agolpan en mi memoria esos recuerdos que mucho me duelen, que lastiman enormemente pues que en esa época pensaba que tenía el mundo a mis pies, hoy veo que el mundo se me va de los pies y que jamás estuvo a mis pies dicho sea de paso.

Fue un grande dolor cuando este mi primo se fue a Campeche, se fue para siempre jamás pues ya nunca más le vi excepto ese lacónico paréntesis que hizo para visitarme con su esposa en la Ciudad de México.

Siempre le quiero muchísmo a ése mi primo de la Puebla de los Ángeles, esto me hace plañir.

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