miércoles, febrero 17, 2010

EL SEXO II


De L'hardi salía yo siempre a un domicilio a hacer sexo, íbamos al domicilio de alguno sólo a hacer sexo, era un grande peligro pues, podía ser allí que yo hallaría mi muerte a manos de mi asesino. Evidentemente que eso no acaeció nunca jamás, aunque sí algunas veces fui poseído por el miedo. Una vez un tío me apostó una celada en la que caí rotundo: me invita a salir y, en saliendo de El Villamar, sus pares me cogen a patadas sobre el pretexto que quiero robarle al tío ése. Corrí y allí feneció el follón.

El L'hardi lo que tenía maravilloso y portentoso eran los orinales, en ellos los activos mostraban sus grandes y pequeñas vergas y pollas a los pasivos. Allí yo me delectaba viendo ese florilegio de vergas hermosísimas. Uno allí hacía señas y se iba con los tíos a sus casas o al hotel. Allí fue que me enseñaron el hotel de un español quien aceptaba parejas gay que íbamos a refocilar carnalmente. ¡Ah qué tiempos señor don Simón!.

En ese bar L'hardi que más era una zahúrda que un bar pues el hedor era fétido como de miasma de sentina, hedor que efluía de los efluvios del orinal. En el L'hardi conocí gente maravillosa, algo dello ya os lo he narrado antes aquí en estas páginas, allí en el bar L'hardi conocí a un hombre gay muy afeminado quien gozó de fortuna y calló en desgracia, le llamaban "La CHinchilla", hombre viejo y más bien feo... eso de que calló en desgracia obedeció a que gustaba de jóvenes hermosos pero... hallar zagales hermosos en México es algo raro y, muchos de ésos abusan de los gays para robarlos, golpearnos y en veces hasta ultimarnos en muerte certerísima, ése era llamado CHinchilla debido a su gusto por esa suerte de piel de ese animal de ese mismo nombre. Su casa cerca de dónde el impertérrito don Pedro de Alvarado cargó con una puente para atravesar la acequia que le conservó la vida y la ventura con el oro que llevaba consigo ese denodado varón castellano. A La Chinchilla se le veía taciturno, había aún en su departamento figuras de valor, recuerdo un hermoso florero de cristal cortado que tenía en una repisa con ménsula a, elevada altura para que los "chichifos" no jalaran con él. Un "chichifo" es un chico que se vende carnalmente penetrando a otro varón, en general son peligrosos en la Ciudad de Méjico Distrito Federal pues que muchos de ellos son criminales y no chichifos, criminales que se fingen chichifos para asaltar, agredir y en veces matar.

En el multicitado bar 'Hardi' conocía a un grupo de amigos de buena calidad, hombres buenos, la mayoría de ellos con situación buena y con familias decentes. Uno de ellos con una hijita pequeña. Ellos tenían un departamentito junto al mayestático Colegio de San Ignacio "Las vizcaínas" colegio que los vascongados fundaron para las niñas huérfanas de origen, justamente, vascuence. Majestuoso ese bellísimo cuasi castillo abacial. En ese departamento que me transportaba en vilo al tiempo pasado de herreruelos y caballeros de casa y corte, me transportaba mi imaginación y mi cultura muy férvida que en ese entonces me ufanaba de descender de férreos castellanos conquistadores. El hollar esa rúa que un día Cristóbal de Escobar y Llamas holló, me hacía sentir más novohispano que, el barrio francés dónde yacía, barrio gay de palacetes hermosos también pero, que no me decían nada de mi ínclito pasado henchido ése de una historia gloriosa.

A ese departamento pasaba debajo de su balcón, balcón que caía a la rúa donde se halla ese Colegio de Niñas, para bien decir: ex colegio. Allí, pues, pasaba un tío quien cada sábado ofrecía un mozalbete para que refocilara a los circunstantes que allí se hallaban. Yo follé a todos allí, ellos quedaron muy felices. Por cierto que allí conocía a un importante director de el diario "Excelsior", lo penetré siete veces en una noche, era la época en que mi testosterona estaba al máximo de su presencia dentro de mi ser. Él como había quedado fascinado conmigo, me dio sus siete teléfonos, era un hombre correcto, lamentablemente cuando le llamé me vio para pedirme que lo olvidara, que fue una diversión de una noche y, no quería verme más.




EL ESCOLTA

El escolta pudo haberse llamado Jorge o Luis, ya no recuerdo su nombre, creo se llamaba Luis.

No recuerdo ya dónde es que le conocí yo a él. Imagino que en el vapor de los "Baños Torrenueva" en la Avenida Álvaro Obregón, en la tan gay Colonia Roma de la Ciudad de Méjico Distrito Federal.

El escolta era un indio sin mucha inteligencia, sin cultura, lo que nos unía era su gusto por el sexo y mi gusto por su polla, la que era agradable a mi cuerpo cuando ésa ensamblaba, a más que a él le gustaba practicarlo –el sexo- conmigo, hecho fundamental, esto de que le gustaba hacerlo conmigo me llenaba de holgura pues su "pitito me gustaba", a más su amor por España, me asombraba que en su amor por la Vieja España entraba yo, quien para él, yo encarnaba la reminiscencia de esa Vieja España, lo que me llenaba de holgura.

Este bello indiecito ceceaba, como yo lo hacía, ese amor que ostentaba por el blanco y por España, era sorprendente aunque nada raro en la otrora Nueva España.

En ése su amor, él era escolta de un "señor" de poder de México, no supe nunca más que eso. Este amigo y amante Jorge o Luis, tenía una hija, hija que era cuidada por la madre de Luis, o como se llame.

Después de algunos años me dio su teléfono y me dijo el nombre de el barrio en el que cuál vivía. Yo le llamé dos veces, no más.

Fueron tantísimo mis amante que tuve que a éste, a Luis, yo ya le había olvidado por completo.

Algunas veces me dejo ver que era malo, malo con los enemigos de "el señor", su jefe a quien acompañaba siempre en giras y ... en fin, pasajes un poco escabrosos tal vez. El famoso 'señor' barrunto que era un político, no lo sé pues Jorge jamás quiso darme mucha (ni poca) información sobre su trabajo, el que yo siento que para colmo, no era muy bien pagado por 'el señor'.




ELOY GUILLERMO

A mis veinte años más o menos, mi padre, quien era burócrata en el Ministerio del Comercio, de Méjico, invitó a vivir a la casa a Eloy Guillermo, Eloy como buen mozo, rijoso lleno de testosterona, comenzó a hacerme el amor sistemáticamente, hacer sexo con él no era jamás maravilloso pero era delectable, de nadie a alguno pues alguno. Eloy Memo como buen macho mejicano siempre manifestaba que él me hacía el amor a mí porque no estaba su amante, su amiga, su novia, siempre la misma historia cuentan los estultos hombrecillos nimios y pueriles, siempre el mismo pretexto bobalicón. Eloy vivía en el cuarto de servicio, usaba el baño nuestro, gozaba del alimento, etc. él pagaba por esos servicios, él era una muy buena persona, estudiaba en la Universidad y, como buen universitario, Eloy Guillermo era socialista de corazón, en esa época yo era muy idiota he de aceptarlo, yo era capitalista y derechista, esto por influencia de mi rico amigo el señor conde de Lénnox.

La pollita de Eloy era bonitica y simpática, aunque asombrábame que no era algo descomunal como las pollas a las que yo estaba acostumbrado; como sea él se sentía orgulloso y ufano de su pollita y a mí me delectaba saber que estaba con un hombre, Eloy es blanco y un poco velludo con cara de indígena mejicano. A Eloy, como a mí, el sexo nos delectaba asaz muy mucho, cosa que no acontecía con Rubén mi hermanastro quien jamás lo imagino follar. Eloy y yo follábamos en mi cuarto mientras todo dios andaba por allí, nadie sospechaba de nuestros divertimentos sexuales. En su casa en Cuautla también follamos, lo hicimos en su cuarto de la azotea, en fin, por doquier ayuntamos carnalmente. Nunca nadie sospechó nada, una vez me dijo que ya no follaríamos, me dijo le acompañara para buscar una mujer con quien follaría, como no la halló, me invitó una copa en un bar clandestino de la Colonia Roma, y luego follamos. Ya nunca más le volví a ver. Sé que se casó con su novia y que vende oleaginosas en un mercado de el Estado de Morelos, en Méjico. ¡Eloy es un adorable hombre con quien el tiempo pasa bonancible!.

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