martes, febrero 16, 2010
EL CRÁPULA CONDESITO DE LÉNNOX-KÉNNEDY
Donde se da cuenta, en ladino, la correrías de un ladino mozalbete hijodalgo que no era ladino sino de preclaro linaje pero de mala catadura finalmente.
Dado en la villa de Real del Monte, Provincia de Lanzarote, a los veinte y dos días de el mes febrero de el anno de Gracia de dos mil e siete, para la gloria de S.M. La Reina Nuestra Señora y Ama Nuestra, dueña de nuestros destinos.
De limpia y vetusta es esta prosapiada familia de pro y de gran hacienda. Albura en prosapia ostenta esta muy principal casa, conspicua casa linajuda con nobiliario escudo de armas y dictado de la más preeminente sangre de límpido crúor, crúor que les llega a estas perínclitas y altas personas de antes del vetusto Medioevo de hagiografiados seres y de denodados conquistadores de aquesta tierra citerior americana.
Esa castiza estirpe de esclarecida alta nobleza, fue transterrada por los mayores de la hoy Muy Grande Condesa de Lénnox.
Aquesta familia blasonada es poseedora de una decena de casonas todas solariegas, de esas que ostentan el escudo que avisa la albura en la alta nobleza preclara de sus propietarios, dueños y señores de las tierras labrantías y de pan llevar.
Las mansiones, casas-palacio para bien decir, de esta ínclita familia, están henchidas de criados y sirvientes de los de librea. Los criados por lo general en estas Indias Occidentales son de castas saltaatrás, notentiendo, endrino, tentenelaire, mulatico, chino e indio. Gente ésta fea pero bonísima y de lealtad inexpugnable, gente de grandes valores y que tornóse violenta en el pretérito tiempo ido, a gente humilde y sumisa hogaño.
De entre los criados y de entre las criadas de la Grande Condesa de Lénnox principalmente hubo una criada quien gozó de la dilección de la Señora Condesa, ésa rolliza de trenzas luengas y negras, mujer quien, por ende, gozaba de la privanza de la Condesa, Grande de España. Guadalupe era esa sirvienta quien abría los esgrafiados bargueños sobrepujados de ebúrneos marfiles y nácares, los abría para escoger con nimio cuidado las joyas que ostentaría la Gran Condesa de Lénnox-Kénnedy para la suya delectación, pues que la diletante señora Condesa gustaba de vestir bellos atuendos y, para ello la Condesa solía combinarlos con rutilantes joyas iridiscentes, las que eran las del mayor valor que había en la corte del Virreinato de La Nueva España. A Guadalupe la denominaban con sumo cariño con el apelativo de “Pituca”, Pituca elegía las pieles de zorro, de pangolín, de castor, de bisonte, de nutria, de chinchilla, "La Pitu" como con cariño la llamaban sus señores, elegía los zafiros, las esmeraldas colombianas, los rubíes, la tiara de diamantes o las ajorcas y collares de aljófares de Cipango y de veneras de la Vieja España, que esa noche usaría su ama "la Señora", como en general denominaban sus criados y sirvientes a la grande Condesa. Pituca también decidía de entre los barrocos bufetes de caoba de Brasil, la vajilla que se emplearía esa noche, ora la de Talavera de la Reina, ora la de Manises, ora la China, esa maravillosa y bonancible india, Lupe, escogía la cubertería de plata maciza para la cena de Nochebuena o para la comida del cumpleaños de la Señora Condesa, para los días ordinarios de la semana era la chabacana cubertería comprada de contrabando a los bucaneros corsarios, cubertería proveniente de Las –zafias- Trece Colonias aquende nuestra América. Pituca era el ama de llaves de la casa principal de la Gran Condesa de Lénnox-Kénnedy. Lupe gobernaba las nueve sirvientas y los dos jardineros de planta. Los otros sirvientes que tenía en sus demás casas-palacio la Condesa, eran de poca monta si las comparáramos con la siempre diligente Guadalupe. Lupe, "La Pituca", era más bien una reverenda "dueña", que "dueña" es la que sirve con toca larga y monjil en los palacios; llaman "dueñas de honor" a personas principales que han enviudado y, las reinas y nobles señoras las tienen cerca de sus personas en sus palacios, para ayuda de la euritmia de la finca o del palacio. Cierto que aquí no es el caso de una viuda de mediana nobleza como lo quiere la regla castellana, pero a guisa de analogía vale el título transterrado el hecho.
"Mira, pecador de ti, que en tanto más es tenido el señor cuando tiene más honrados y bien nacidos criados, y que una de las ventajas mayores que llevan los príncipes a los demás hombres es que se sirven de criados tan buenos como ellos." Don Quijote de la Mancha, II CAP. XXXI
Háse de hacer mención y de aclarar que el preclaro crúor desta noble Condesa de Lennox viene sí de hispalenses y castellanas familias de sangre noble por una vertiente y, por la otra vertiente le viene su sangre, noble también, de la Vieja Escocia, y es de esas hiperboreales Tierras Altas que le viene el título nobiliario de Señora Condesa, que el de esta alta dama es el del dictado de Lénnox-Kénnedy, a más de otros prosopopéyicos apellidos de buena calidad que le siguen a ése el apellido de su dictado. A más dello la Gran Condesa es Grande de España pues, tiene dentro de sus mayores la sangre de denodados conquistadores, impertérrita sangre que llegó a formar en mucho la nobleza mejicana, digo en mucho pues que otra parte desa sangre llegó ya limpia de las Españas en las ínclitas personas que gobernaron sin mucho tino durante el Virreinato de Sus Majestades Nuestros Señores los Reyes y Reinas, quienes en esa Era jamás dejaron la Metrópoli para venir a ver a sus vasallos y sus posesiones que era casi toda América. El crúor que le viene de Las Españas a la Gran Condesa es diáfano pues no viene de morunos sarracenos ni de judíos, no, su azur sangre le viene a esa grande condesa de viejos cristianos de probada fe y alta probidad impoluta.
En las mansiones de la Señora Condesa de Lénnox se vivía en el boato de las molicies fruto de la riqueza y de la elegancia del saber vivir que sólo los nobles conocen. Las vetustas casas-palacio de la Condesa siempre ostentaban joyas sin par.
El Moblaje siempre en la morada de la Condesa es suntuoso como corresponde a su estado, el moblaje "chez" la Condesa siempre está compuesto de maderas finas del Trópico: caobas, ébanos, nada del chabacano pino, todo ese moblaje está fabricado y tallado en cedro, maderas de raíz, levantinas marqueterías valencianas, maderas las que talladas quedan con formas helicoidales o salomónicas. Las patas de varios muebles, de fuertes maderas preciosas, eran de garra de tigre, esos primorosos muebles siempre eran tallados, esas tallas dan por resultado la representación de: hojas, de flores, de colas de aves, de caras de hombres, de toros y de mujeres, etcétera de variadas y curiosas nimias figuras delectables, muebles forrados con ricos géneros de la Alcaicería de Granada, moblaje ése alhajado con tisúes y terciopelos, siempre recamados éstos con luengas y ricas brosladuras con pletóricas aplicaciones en orfrés auríferos, ora carmesí, ora azur.
En los anchurosos corredores y en los vastos salones de esas casas-palacio de la señora condesa, para dar acomodo a las preclaras personas que la visitan en veces, y para decorar con prestancia esos palacetes, se hallan sitiales imperiales dorados con oro de hoja y batihoja y en acabado filigrana, esos costosos sitiales son forrados con anascote o con brocatel de Damasco, en esos anchurosos salones halla uno, sillones de vaqueta de Moscovia, sofáes forrados de guadamecí dónde los estampados son miuras de lidia ya de Triana, ya de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, en veces halla uno los correspondientes escabeles, forrados éstos con brocatel adamascado. A más hay en veces canapés tapizados dónde los forros son de ricos terciopelos de los de a pelo y de a contrapelo, también hállanse sillerías forradas con lana cardada o con damasco que infería el tartán del clan en Escocia desa Casa.
En el refectorio se contaba en esas casas-palacio siempre con sillería cincelada y afianzada con herrajes, esas sillas eran siempre tachonadas con hierros toledanos y jamás forradas con bayeta por frisar.
En las anchurosas cámaras de la Condesa hallábanse siempre bargueños señoriles taraceados con incrustaciones de marfil, hueso de animales, cerrojos que en esta América citerior denominamos "chapas" en bronces labrados, dónde las llavecicas siempre eran forjadas en oro macizo.
¡Qué decir de los candiles checoslovacos de cristal, arañas de las que penden abalorios que despiden irisados relumbres esplendentes, candeleros, candelabros y cornucopias con espejos venecianos y auríferos brazos henchidos de oro! ¡Pero si los vasos venecianos, los chinos tibores de ignota dinastía, rojos y negros, con chinescos de aves inefables y fantaseadas! Todo era de un fulgor que dejaba azorado al contertulio quien hollaba esta casa-palacio de la Condesa. El relumbre de los candiles de maciza plata con iridiscentes bujías incandescentes y, las rutilantes velas de las cornucopias fijadas sobre las enjalbegadas paredes, reflejaban el arte, multiplicaban el arte de saber vivir de esa Casta Divina que es la nobleza mejicana. Los muros ostentaban, ufanos, buidas dagas, cimitarras y alfanjes de Constantinopla, espadas con navajas toledanas, venablos, áncoras, saetas, estaban dispuestas equidistantes de tal suerte que formaban simétricas figuras que dejaba una euritmia tal, que uno quedaba pasmado de ese nimio ingenio de quien así lo dispuso.
En las esquinas, alféizares, rellanos y enjutas de las señoriales escaleras de esa mansión, siempre enhiestos estaban para alegrar el paso, refulgentes tibores rojos y negros de la China con imágenes de verduscas aves etéreas fabulosas y dragones de aguzados dientes y endriagos fantásticos siempre mostrando su viril fiereza.
En paramentos, sobre las consolas, tabernáculos, hornacinas y bujetas había crucifijos de talla a más de sacras imágenes de bulto, imágenes éstas estofadas provenientes de San Martín Texmelucan y del Colegio de San Martín Tepotzotlán. También toledanas custodias con engastadas gemas así como el viril que se sacaba para el Paseo del Pendón Real de sus Sagradas Majestades, Nuestros Señores los Reyes, que Dios nos los guarde muchos años. Paseo que se hacía por la Calzada de Tlacopan allá en la Civdad de Méjico-Temistitán. Había otros joyeles del tiempo pasado, gemas ésas que usaron en sus haciendas los antepasados de la Condesa allende la mar océano y aquende la misma mar. Esos otros joyeles sagrados usaríanse en la Archicofradía de la Santa Veracruz, cofradía que los mayores de la condesa sustentaron con ingentes sumas y capitales para la propagación de la fe en los indios, esa Archicofradía es fundación del Señor Marqués del Valle de Oajaca, hierático fundador de Méjico, o de la Nueva España si gustare su merced. Denodado conquistador gran sabidor de leyes pues que de la Salmantina salió Licenciado-abogado, gran fundador de villas y villorrios, amén de ser gran sabidor de leyes y ordenanzas no le impidió ser uxoricida de su bella esposa Catalina Xuárez, para luego casarse con la hija del conde de Agvilar, doña Juana de Zúñiga, quien en su boda ostentó las joyas más ricas vistas hasta entonces, esa boda fue verificado en la Imperial Catedral de Toledo, la primera de las dos, pues que fue gran amador de las hembras este marqués del Valle. Gran templo y calahorra fundo en la Civdad de Temistitán-México el brillante y humanista Marqués para su Archicofradía, llenó de riquezas barrocas con maderas preciosas, oro, joyas, retablos dorados con oro, figuras de marfil, mármoles, muebles de caoba, estatuas estofadas y más, todo en honor a la Villa Rica de la Santa Veracruz, villa fundada por el señor marqués del Valle. Hoy ese templo y sus dependencias no guardan ya nada de las riquezas que les dejó nuestro gran prócer el señor marqués. En el siglo XIX gracias a la ideología que nos imbuían los infelices gringos protestantes, ideología que nos impuso odiar nuestra magnífica herencia cultural española, ideología que convino totalmente a los salteadores hombres de la Reforma, salteadores de profesión, salteadores quienes se presentaban como licenciados omniscientes, salteadores los unos como los otros que se dedicaron sólo al saqueo del arte novohispano, el saqueo fue grande pues que despojaron y derribaron cientos de templos, etc. para arrancarles el arte y riqueza que hubieron dejado nuestros mayores dentro de esos templos y cenobios, edificios que hablan de la fundación de nuestra identidad nacional. Pero mejor es soslayar esos aciagos años de triste memoria, advertid que no por defender el arte religioso, egregio en sí, pudiere yo adorar a los curas ni a su ideología también maldita, cruenta, sanguinaria y torpe, pues que esos hombres de malas costumbres son tan nefandos como los hombres de la Reforma, en la realidad no sé cuáles son los peores de esos dos bandos antagónicos y hegemónicos, en dado caso entrambos son la hez de la sociedad. Soslayo este acre asunto para proseguir con la descripción de la Casa-palacio de la condesa de Lennox-Kennedy.
La principal casa-palacio que habitaba esta grande señora ricahembra durante casi todo el año, seguro tuvo erección bajo el diseño de Francisco Antonio de Guerrero y Torres quien fuere el alarife mayor destos reinos de Sus Majestades, Que Dios nos los guarde muchos años. Casa-palacio de bóvedas catalanas "catalá" le dicen muchos. Casa-palacio con arcos de ésos de medio punto, esa casa posee, frente a los imponentes jardines, moriscos arcos mudéjares de mahometana aljama, de aljamía que nos evocan el sarraceno almuedén mozárabe hispano, reminiscencias arábigo-andaluzas que yacen en la Vieja España, y que "trujeron" a América nuestros mayores, los conquistadores, quienes con denuedo defendieron antes los bárbaros indios lo que era legítima y legal propiedad de Su Majestad el Rey, Nuestro Señor, hablo de la América toda entera, aunque el salaz, incestuoso, cruento y lúbrico abarraganado papa Alejandro Sexto dio un grande territorio a Portugal. Si digo que era incestuoso ese Santo Padre es porque se amarteló en refocilamientos y tráficos carnales con su propia hija Lucrecia, a más que ésta era al mismo tiempo amante de un otro hijo dese mismo papa Alejandro Sexto, hablo del Señor Cardenal César que así y todo siendo cardenal era amante de su propia hermana la hermana de él. Y si digo que era sanguinario ese papa es porque organizó invasiones y guerras, él con sus sacras y sacratísimas manos mató y envenenó a una centena de cardenales del Vaticano, y eso sin decir de su sistema de mancebías y lenocinios que tenía henchidos de madamas y mesalinas hetairas, para los que importaba mujeres salaces y lúbricas pelanduscas y leperuzas de toda Europa, todas ésas eran llevadas a Roma para dar placer al Vaticano y a la Corte amante de las relaciones carnales tan delectables. Este santo papa tuvo varias amantes, una era Vanozza Cattanei con quien tuvo a Lucrecia su hija y amante, otra amante del papa fue Julia Farnesio (Giulia Farnese), como pago por haberle entregado su hermana, al hermano de ésta Alejandro Farnesio (Alessandro farnesi o Alessandro Farnese) lo hizo papa y fue Su Santidad el papa Pablo o Paulo III o "Paulus III". Este papa funda un gran negocio: La Inquisición. ¡Vive Dios que estos asertos son apodícticas verdades!
Las terrazas y balcones desta mansión solariega ostentan balaustradas constituidas con retahílas de jarrones labradas en cantera rosa y en cantera verde. La salida de las cañerías y de los desagües de ese palacete señorial lo constituyen fermosas criaturas mitológicas de origen medioeval (europeo, América no conoce el Medioevo), criaturas que son usadas en las góticas catedrales medioevales como la de León, Burgos y Nuestra Señora de París, criaturas ésas que son labradas con aspecto grotesco y espantoso pero, súmamente bien logradas que son una obra maestra de la decoración; esos caños y desagües se denominan gárgolas. Las de esta mansión son a guisa de los de las catedrales de Estrasburgo, Colonia y de Chartres y, en el caso que nos ocupa son de piedra caliza y de granito, gárgolas labradas en esas piedras con caras de dragones, endriagos, quimeras, diablos, basiliscos y vestiglos. Esas espantables quimeras son feas para espantar al Malo, hay quiénes dicen que son feas esas figuras pues hacen el trabajo sucio. El nombre de "gárgola" deviene del francés "Gargouillement" que es "regüeldo" o "regoldar" (ruido digestivo) si se quiere así y, como esos basiliscos están vomitando –agua- por la boca pues sobra dar más explicación escatológica.
Esa vetusta casa también tiene en sus salones principales arcos que forman crucero de tracería gótica con enjutas faces de enjutos seres góticos también, faces de hombres, mujeres y endriagos, así como de santos y santas de nuestra sagrada fe cathólica.
En el techo del refectorio los artesonados, que son un primor, son ricos en estucos que forman losanges, realizados los artesonados por yndios de estas Indias Occidentales. En el frontispicio hay aleros con tejas. La disposición de la mansión ésta evoca la de una hacienda aunque es en realidad una casa solariega de tomo a lomo. Es esta casa, con toda proporción guardada, similar a la de don Tomás Manuel de La Canal, siendo ésta, la del Mayor de La Canal, la máxima expresión del arte civil novohispano. Como sea es por poco superior a la del marqués de Xaral de Berrio y menor un poco a la majestuosa del Conde de San Mateo de Valparaíso que esta sita Calle de Los Plateros en la capital desta Nueva España.
De los muros de la casa-palacio de esa alta señora -alta de calidad- la condesa de Lennox-Kennedy, Dos Veces Grande de España, pendían toda vez, ebúrneas figuras de cristos traídos de ultramar, de la India y de las Filipinas (tierras éstas Las Filipinas a las que les viene el nombre de Su Majestad el rey don Felipe Segundo N. S.) en el Navío de Manila, galeón que los amerindios vulgarmente llaman "La Nao de China", esos cristos espetados con clavitos de plata estaban sujetos a cruces de ébano endrino; los enjalbegados muros, del intercolumnio, de la castellana mansión solariega de la Condesa están henchidos de seráficos hombres sacados de pinceles de la más grande factura del "Orbis Terrarum", virreinales marcos ya auríferos, ya argentíferos, enmarcan patinadas pinturas de Baltasar de Echave Orio, de Baltasar Echave Ibía llamado Echave el de los Azules, de Baltasar de Echave y Rioxa, de Francisco Eduardo Tresguerras, de José de Alcíbar, de Xtóbal de Villalpando, de Miguel Cabrera, esa refinada pinacoteca guardaba retratos de monjas coronadas, allí veíanse Sor María de la Anunciación del Niño Jesús y Sor Francisca de Nuestra Señora de la Paz sacada de manos de esos pintores "ut supra" dichos; los salones y habitaciones de esa nobilísma casa había, de virreinales novohispanos pintores, representaciones pictóricas de vidas de santos y de santas en extáticas visiones, muros ésos ornados con retratos de señores virreyes como el retrato ecuestre al óleo de don Diego Fernández de Córdoba marqués de Guadalcázar, preciosa pintura ésta que, a mi fe, es la única que de ese virrey pervive fasta agora al menos en esas tierrucas, una gran pintura, que por su grandor teníase en el muro de la escalera, era una del coetáneo a la condesa, el magnífico Diego Rivera, quien pintara a la noble señora Condesa estando ella en vida, pintura de seis pies dicho en el Sistema Imperial. Los muros de ese vetusto palacio ostentan, también, la galería de los cuadros, la galería de pinturas que conforman los retratos de los áulicos mayores de de la noble familia quienes son los nobles antepasados de la Condesa, sus mayores. Los muros ésos sirven de sostén a los pesados retratos de los hagiografiados antepasados de la Condesa, caballeros conspicuos validos del rey quienes visten negros herreruelos, prebendados hombres hieráticos, graves señores prosapiados, todos esos hijosdalgos fueron en su siglo, nobles prebendados con canonjías, Ayudas de Cámara, Alférez del rey, Concejales, Oidores, Chantres, Regidores, representados estaban en esos óleos en exangües rostros macilentos pero de grande belleza, toda vez fueron seres que hacían alharaca de sus elevados cargos de poder y de gobierno, y de sus ricas haciendas, todos ellos ostentan ropas oscuras y sortijas con opacas piedras preciosas, pues que en su tiempo por no conocerse aún cómo pulimentarlas, las preciosas piedras siempre eran opacas.
¡Que sobre muebles y a la vera de la chimenea había primorosas imágenes de bulto de santos y de santas, todas ésas, estofadas en vibrantes bermejos y con oro de hoja de esa de la batihoja novohispana, que es un primor toda esa labor!
En veces uno hallaba tibores de Catay con esos etéreos tigres con quiméricas garras de esas tierras lejanas de Catay y de Cipango, tibores traídos en el Navío de Manila, nave que aportaba en Acapulco en el tiempo pasado, tiempo en que los claustros tenían aún esclavos y esclavas negros, negras y filipinas, como lo fue la celebérrima Catarina de San Juan más conocida como la "CHina Poblana", santa que tuvo arrebatos místicos con piojos. Esos tibores descansaban en unas bases de negro ébano como también en basamentos de mármol rosa y verde. Otras veces en bases de palo de rosa.
El arte escultórico dejábase ver en esa casa en estatuas de alabastro, de biscuit, estatuas en porcelanas de lladró y de la china. Las vitrinas contenían innúmero de figuas, muchas de ellas no sé su procedencia y, por ende, no sé su historia, muchas de ellas me era ignoto sus materiales con que fueron realizadas. Uno debía quedar muchas veces también inconsulto sobre esos materiales de esas piezas, para no indisponer con pertinaces interrogatorios a la Señora Condesa, quien con parsimonia llevaba una conversación meliflua.
El moblaje de las mansiones de la Señora Condesa estaban pletóricas de bargueños taraceados procedentes de la Vieja España, que en aquesas tierras llaman la "Madre Patria", en los pasillos había burieles bujetas bermellón. El moblaje lo componía también una colección de muebles del Segundo Imperio, así como también del Primero, muebles cúyos fueron del Primer y, Segundo emperadores de México, muebles todos con oro de hoja y con tallas eximias de una filigrana inefable, algunos de esos muebles tapizados con grana y oro, son únicos pues fueron obsequio del Emperador de los Franceses, Napoleón.
A pesar que esta muy grande señora se delectaba con las joyas que su casa vestían pues, cuadros, tapices, moblaje, tapicerán, gobelinos, estatuas, tibores, esculturas, porcelanas, hornacinas, arcos de medio punto, lozas, plata repujada de Taxco y de Guanaxuato, y demás joyeles que le metían gozo a su espíritu, era, como ya os lo he dicho, mesurada en los gastos de su casa solariega pues, ponderaba la señora los gastos; parca era esta señora en soltar los dineros en dispendios y manirroturas pero... munificente y liberal era como benefactora pues, sostenía claustro de monjas, y a más de ello era libérrima limosnera auspiciadora de colegios cristianísimos para menesterosos pupilos y expósitos infantes desvalidos, comprendidas las niñas también en estas laudables donaciones que la blanca mano desta alta señora beneficiaba con largueza pues, que es benefactora y caritativa , eso nadie lo duda, vamos ¡que ni el mismo Diablo puede negarlo!
Así y todo, y amén de el fasto con que vivía aquesta adamada y piadosa ricahembra; a pesar de tener un galano esposo de esplendente belleza, majo y bondadoso, a más de ricohombre de ésos de pro, de a caballo como se dice, así y todo esta dama la Gran Condesa tenía una suntuosa capilla, capilla que con presteza hay que decir que, del lado del Evangelio, en talla de madera estofada con oro y rojo granate, se presentaba la estatua orante del Señor Conde, su abuelo, quien fabricó esa capilla y dio retablo en maderas preciosas con imágenes de bulto y de pincel, a esa capilla que sobrepujaban en riqueza, y en belleza, churriguera, pues que el mismo José de CHurriguera mismo la diseñó y dirigió su erección. El pórtico o frontis desa capilla es una claraboya en forma de rosetón mixtilíneo en cantera rosa primoroso, hecho por canteros de San Miguel el Grande, el diseño se lo debían los mayores de la condesa también al alarife mayor del reino el eximio Guerrero y Torres, quien diseña la traza de toda la Casa-palacio. A entambos lados desa claraboya están dos estípites con cornisa con hojas de acanto, reminiscencia del estilo latino grecorromano. Las hojas que guardan esa La Capilla de la Condesa, están ornadas con pinturas de diablos y penitenciados en el Infierno, advirtiendo así que los que no entran estarán condenados para siempre jamás. En entrando hay un enrejado de Rodríguez de Alconedo quien lo fabricó al mismo tiempo que trabajaba en la Imperial Catedral de Toledo, allá en la Vieja España.
Esa capilla dedicada a la Virgen de Loreto, Santa Casa reliquia e ícono, norte paradigmático de verdad, presentaba en su centro, dentro de un tabernáculo de bronce el cual tiene los fustes helicoidales como las columnas del Templo de Salomón, bajo refulgentes esplendores a guisa de potencias en cobre también, la nívea escultura etérea, la célica imagen de bulto desa Virgen María bajo esa advocación de Loreto, está vestida de recamados aljófares sobre tisú y holosérico gorgorán color granate, era algo magnífico ver esa riqueza esplendente dentro de ese relicario dorado, el que contiene un baldaquín de brocado sobre un bramante de gorgorán. La Santísima presena, como adenda, un collar de diamantes y una corona que S.A.R. la Infanta doña Elena le envió desde España por el doscientos cincuenta años de la consagración de esa capilla.
Ésa, la Capilla tiene, en su parte postrera, un retablo en filigrana de maderas finas esculpido con nimio detalle con buril y gubia por los refinados alarifes y doradores de Tepeaca de la Frontera, el retablo es obra de Jerónimo de Balbás quien es autor del Altar de los Reyes en la Metropolitana Santa Casa Cathedral de Santiago de México. El retablo, que resguarda está esculpido con columnas estípites invertidas con esgrafiasas figuras evocadoras de hojas de plantas, es una representación de jerarquía célica. Está dorado ese retablo con oro de 24 kilates por auríferos gaditanos. En su parte baja, este aurífero retablo churrigueresco resguarda sobre una peana las patenas de oro y de plata, así como el cáliz para los oficios sacratísimos.
La capilla alberga también santos cubiertos con riquísimos alhamares y paramentos bordados ora en gorgorán con ricos hilos de oro, ora con hilos de argentífera plata sobre holoséricos tisúes rematados con orifrés, trabajo nimio éste del orifrés pues, que hubieron sido engastados por las liliales manos de sorores del claustro de San Juan de Letrán y por el de San Miguel el Real, cenobio sita Calle de la Real Acequia, así con esos primores de bordados agradecían la munificencia de la Condesa para con ellas y para con sus claustros. Santa Isabel, San Jerónimo y San Andrés, mucho obsequiaban a la Condesa con el antiguo arte lusitano y de Flandes, el arte de crear tapices palaciegos; un gobelino de estameña urdido en lana cardada carmesí con aplicaciones de oro dicen que se lo dio, en obsequio, el duque de Alburquerque, otros más son tejidos en granadina catalufa. Sus Ilustrísimas los señores Excelentísimos arzobispos virreyes, pues que a la sazón eran a la vez arzobispos y virreyes: don Juan de Palafox y Mendoza, don Manuel Fernández de Santa Cruz y el misógino don Francisco de Agvilar y Seixas acre prelado quien, dicho sea de paso, compelió a Sor Juana Inés de la Cruz a defacerse de sus libros, que eran cerca de mil, e instrumentos científicos sólo porque ella era mujer, y es malo para la religión que la muxer sepa de nada, al través de los tiempos mucho obsequiaron, también, a los ancestros desta Condesa del dictado de Lénnox-Kénnedy ora con casullas pluviales bordadas con seda y oro por las madres sorores de la Colegiata de Guadalupe, ora con sobrepellices blancos como albura, ora con cálices de oro para el santo oficio de la misa, ora con custodias con relumbres en engaste de piedras y perlas.
Del lado del Mediodía en una singular hornacina, obra primorosa que más era un relicario la hornacina ésta, con arco de medio punto y sustentado el cimborrio de su cupulín con sendas columnas con estrías rectas y capiteles que simulan hojas de acanto, toda sacada la hornacina de piedra cantera rosa, contenía un asaeteado San Sebastián espetado este fermoso uranista santo con aguzados venablos de cedro, la imagen deste San Sebastián, santo homosexual pues que fue amante de el césar Diocleciano, era de bulto, obra escultórica de el poblano José Luis Villegas de Cora, hermosa obra de mediana dimensión, de ese Villegas de Cora dicen que era el mejor en ese arte en todo el mundo conocido, yo no sé, yo os lo cuento como me lo contaron. A la vera de ese santo, había un cofre de nácar regalo del Emperador, ese cofre provenía de la Catedral de Sevilla. Junto, también a los pies de ese San Sebastián, yacía una urna eucarística de plata que era un primor, ella guardaba sigilosa una ínclita reliquia: un clavo que dicen fue de los que espetó el cuerpo de N.S. Jesucristo, la tapa de esa cajuela en plata labrada ostentaba un arcángel con un puñal en la diestra, esa urna era proveniente de Santiago de Compostela, esa urna eucarística del Siglo XVII la recibió la bisabuela de la condesa en obsequio de su última peregrinación piadosa a ese meyestático templo, por cierto ella contaba que la dejó azorada el butafumeiro que es un turíbulo inmenso que exhala aromas delicuescentes que la bisabuela de la condesa oliscó muy halagüeños. El prepósito provincial de San José el Real, en tiempos de el virrey don Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenclara, dejó unas rentas para que este uranista San Sebasitán tuviera siempre la mortecina flama de una veladora, puntualmente así se cumple.
A uno de los lados de una de las hojas de las puertas de la Capilla hay un nicho, dentro de él la Condesa venera la sagrada imagen, la primorosa imagen de bulto de el Sagrado Corazón de Jesús que dicen es muy milagroso, a esta extática imagen la Condesa le tiene perpetuamente encendida, como su paradigmática fe, la trémula flama de votiva veladora, además de yacer ornado esa sagrada imagen con ricos paramentos y tisúes, pues... aunque la vida de la condesa corre de un blancor impoluto, ella se conducía contrita toda vez por miedo a Dios ¡como debe ser!. En diminuta estampa, a los pies de ese Sagrado Corazón, yace una imagen de Santa Lucía, imagen que la devota condesa venera con pasión y vehemencia.
Esta barroca capilla, a diferencia de la del palacio del Conde de Santiago de Calimaya, está a guisa de coronamiento cubierta, antes del ábside, con una fina cúpula, cúpula toda recubierta con el bermejo flotante tezontle, cúpula ésta que es rematada con una graciosa linternilla que deja pasar la luz al través de vidrios de colores, aquélla emula la de Florencia aunque presenta un dejo de neoclasicismo más de la época del valenciano Tolsá, el facedor de la estatua ecuestre de Nuestro Señor don Carlos Cuarto. En el frontispicio, la Capilla ostenta una espadaña que sustenta sendas campanas, bronces que despiertan para los maitines cuando el relente es creado por el rocío matinal.
Los evanescentes aromas que despedían sus muebles, las flores y los inciensos denotaban la paz, la euritmia y la riqueza de la dueña de la casa. Sólo en veces el esposo de la dueña de la Casa prorrumpía con el tocotín para el que hacía entrar a su Salón del Dosel: pífaros, cornamusas, ministriles, atabales, sacabuches, dulzainas, chirimías, el laúd y la vihuela eran indefectibles pues que la Condesa gustaba de la música isabelina de John Dowland. Esto acaecía en los saraos en el Salón del Estrado o Dosel, dónde siempre el rey, tenía un sitial con escabel reservado para un eventual visita de S.M. a esa casa-palacio.
Los pisos que hollaba la Condesa en sus casas palacio eran de mármoles negro y rosa, parqué y azulejos de Talavera de la Reina, y de la Puebla de los Ángeles, pero que esos suelos siempre hallábanse ocultos con persas tapetes iraníes Buckhara, Nain, Kirman, Isfahan, Trabriz, de Oración... ya de seda unos, ya de lana grana bermejos los otros, también los había de la China pletóricos de flores extrañas y aves del Empíreo pero de un primor sin par todos eran. Una preciosidad de esos majos opacos colores que ostentaban esos tapetes persas, relumbre de la fe de los mozárabes allende la mar océano. Que esos tapetes de Oriente y del Oriente Medio reciben, nobles, las vitrinas, consolas y aparadores que ostentan platos de Manises, de Yadró y mayólicas lozas con el monograma de la egregia Condesa. Una de las vitrinas, de marquetería florentina, guardaba una serie de oblongas cajuelas de porcelana Wedgwood, cajuelas inglesas provenientes del castillo familiar en las Tierras Altas, esto en Escocia a once leguas al Norte de Glasgow.
La biblioteca, o librería para bien decir, de el señor esposo de la condesa de Lénnox, estaba henchida de un florilegio de vetustos volúmenes, unos incunables de el mosaico Maimónides, de Santo Tomás, del pederasta Águila de Hipona, del Doctor de la Gracia, del cordobés arábigo-andaluz Abū l-Walīd Muhammad ibn Ahmad ibn Muhammad ibn Rushd, al-Ándalus de Córdoba más sencillo de nombre Averroes, y así habíanse muchos cientos de volúmenes sacros que tocan asuntos de patrística, de escatología, de hermenéutica, de los disantos como los que eran para trisagios, devotos rosarios, libros para cantar los maitines en los claustros, libros para jaculatorias, muchos que tocaban al Derecho Canónico, otros que hablaban del Viático y otros del Viril, otros más que daban cuenta de la grey clerecía, otros que citaban en cartularios, en libros becerros, las ordenanzas de monasterios hoy extintos ya, muchos más que dan cuenta de el tormento que debe ser y había sido aplicado, por el Tribunal del Santo Oficio de la Santa Inquisición, a los relapsos que habían mal abjurado, magos, hechiceras... tormentos atroces con los que tribulaba, en su carcel de La Perpetua aneja a Santo Domingo de Guzmán, a simoníacos, genízaros, mosaicos, mahometanos, sodomitas, brujas, hechiceros, cerdos posesos, judaizantes, luteranos y demás gente de ese jaez; en esa librería pletórica de estantes, peanas, entrepaños, ménsulas, de cedro y, con sillas poltronas de caoba con forro de cordobán, leí yo el proceso inquisitorial de los Carvajal, allí yo leí los tormenos y muerte de Luis de Carvajal el Mozo y El Viejo, de Anica, de doña Isabel de Carvajal la madre de esos Carvajales, también allí vi "de visu" el proceso, tambien inquisitorial de don Tomás Treviño y de Sobremonte, el rico judío de quien dijeron que tenía un Santo Cristo debajo de las baldosas de la entrada de su comercio para que el cliente, al introducirse en su comercio, lo humillara al pisarlo con su hollar, de este don Tomas Treviño los lenguaraces quienes tuvieron en vez de lengua, puntiagudas tijeras afiladas para deturpar honras y honores, dijeron que este judío daba zurriagazos cada noche a un Niño Dios y que se oían las súplicas de ese Niño Dios quien imploraba que dejara de flagelarlo (¡¿?!) más bien inverosímil es esta leyenda colonial a la mi fe.
A más en esa biblioteca de la Gran Condesa hallé otros documentos también del Virreinato de la Nueva España hoy Méjico, hallé yo en esa gruta del saber, reales cédulas de reyes y visorreyes destos reinos, leí unos bandos que promulgó el Su Excelencia el señor marqués de Mancera, uno del sabio señor conde de Revillagigedo don Juan Vicente de Güemes Pacheco y de Padilla Horcasitas y Aguayo, vi unas Ordenanzas de Minería del Virrey don Miguel de la Grúa Talamanca y Branciforte, que amén que fue un truhán este hombre pues robó una miríada al robar, con la estafa merced de engañifas mendaces y falaces, las joyas de la nobleza novohispana, decía yo que allí vi ésas sus Ordenanzas de Minería, Ordenanzas asaz sabias, ese virrey lo único bueno que dejó al virreinato es la egregia estatua ecuestre de Su Majestad el bobalicón rey nuestro don Carlos Cuarto, obra –ya lo dije "ut supra" y lo repito- de el valenciano ("valenciá") don Manuel Tolsá.
En esa biblioteca tuve la holgura al leer con harto placer, allí a la luz de las lámparas forjadas en bronce con pantalla de latón, unas cartas de los que fueren amigos de mi madre el Conde de Rul, a quién Francisco Eduardo Tresguerras fabricó su casa-palaco frente a la Plaza de San Roque allá en Guanaxuato.
Esa biblioteca de la condesa de Lénnox conserva la traza de Cristóbal de Escobar y Llamas para la fundación del Colegio de San Ildefonso de la Civdad de México. Las cuentas de los muníficos vascos acaudalados, consignadas en vasco en el libro del general de los Galeones de S.M. en Filipinas, Baltasar de Echave, para la funacidón las Vizcaínas, cuentas éstas también de Ambrosio Meave y Aldaco, se encuentran en grueso libro que yace en esa librería de esa condesa hierática y noble. Aparecen donaciones, en ese libro en lengua vasca, para la fundación de la Cofradía de N. S. de Aránzazu, pues que también fue obra de los vascos en esos reinos de la N. E.
Tuve allí la holgura de poder leer los litigios y demandas de la primera huelga mejicana en las minas del Primer Conde de Regla don Pedro Romero de Terreros, quien entre sus minas poseyó la famosa de Real del Monte como otras en Apan y en Pachuca, por ello pudo pagar al monarca un galeón calafateado y claveteado en todos sus herrajes, goznes y en todas sus charnelas, en plata.
Esa librería de la Gran Condesa de Lénnox contiene las actas de divorcio que le legó don Manuel Romero de Terreros y Vinent marqués de San Francisco y caballero de Malta, divorcio de doña María Ignacia Javiera, Rafaela, Agustina, Feliciana Rodríguez de Velasco, Osorio, Barba, Jiménez, Bello de Pereyra, Fernández de Córdoba, Salas, Solano y Garfias, conocida más bien bajo el cognomen de "La Güera Rodríguez", divorciada de don José Jerónimo López de Peralta de Villar Villamil y Primo, caballero de villa y corte; éste noble militar coronel de los "Dragones de la Reina", don José Jerónimo, incapaz de satisfacer las rijosas demandas carnales de su muy capaz esposa, y los devaneos fruto del férvido vaginal de la Güera, pulsión que sólo los hombres lograban templarle muy al punto hasta dejarle su deliquio en sazón. Por la falta de capacidad y potencia de su esposo el Villamil, y por su naturaleza cálida de ella, cosa muy normal, la Güera Rodríguez condujo su pulsión hasta hacerse amante y barragana de el autor éste de la grandiosa compilación denominada "BIBLIOTECA HISPANO-AMERICANA SEPTENTRIONAL" don José Mariano Beristain Martín de Souza y Fernández de Lara, a la sazón Deán de la Santa Casa Catedral de la Muy Noble y Muy Leal Civdad de Santiago de México.
"La Güera Rodríguez" como era muy sana de su salud, ya moral, ya física éstas pues que las dos hacen sola una, también gozó del buen talle de el que llegara a ser prócer en la América Austral, me refiero a Simón Bolívar a quien en esos buenos tiempos de Dios –en México- lo llamaban con comedimiento y donosura "El Caraqueñito"; al menos los retratos al óleo nos dan fe de las ostensibles prendas que Bolívar tenía entre los muslos con las que satisfizo cumplidamente a los calores de la hermosa Güera rodríguez. Pero como el asunto no es la lubricidad de la Güera Rodríguez, dejémosla en paz a esa blonda mujer sabia. Dicen que cuando fue llevada "por puta" a la Inquisición, se libró de esos "los familiares" del Santo Oficio diciéndoles que allí ella hallaba "un santo cristo, dos candeleros y tres majaderos". No era puta la hermosa Güera, refocilaba carnalmente sí con el levantisco militar cesante Itúrbide o Iturbide si se prefiere, militar de los "Dragones de la Reina" quien se alzó con la tierra y devino el Emperador Agustín Primero de Méjico, por eso es que la Inquisición la cuestionó sobre sus actividades ilícitas como artífice de la Independencia de Nueva España en relación a la Metrópoli. La Güera tenía mansión sobre la Rúa de los Plateros, don Agustín de Iturbide tuvo la osadía de desviar el Paseo del Pendón Real de su Augusta Majestad por esa rúa, en ves de hacer ese paseo sobre Tlacopan, que así lo ordenaba su Cesárea Majestad el Rey Nuestro.
Allí estaba tan mustio, entre grandes libracos viejos: "Hispania Victrix" o "Cosas Generales de la Nueva España", libro éste de el nobilísimo don Franscisco López de Gómara quien otrora hubiere sido confesor y capellán del marqués del Valle, el denodado don Hernando de Cortés. Hay en esos estantes, un opúsculo, opúsculo que presentaba unos magistrales prolegómenos sapientísimos, opúsculo ése que más quedaba en infolio, era un manuscrito en lengua náhuatl denominada "Historia General de las Cosas de Nueva España" obra magistral lograda gracias a los datos de los politeístas indios, esta monumental obra estaba en dulce náhuatl como ya lo dije y era el prístino manuscrito de Fray Bernardino Ribeira más conocido bajo el nombre fray Bernardino de Sahagún, gracias a ese opúsculo que dio pábulo al libro compilado por el egregio polígrafo Joaquín García Icazbalceta, polígrafo quien crearía el libro denominado "Vocabulario de Mexicanismos", en hablando del opúsculo en lengua náhuatl de Sahagún supe yo cuántos escalones contó este hombre en el Templo de Huchilobos en el siglo dieciséis. Allí, arrellanado en un bello sitial que fue del Primer Imperio, tuve en mis manos una crestomatía que de nombre es "Promptuario", libro éste redactado en lenguaje bombástico, este florilegio o prontuario, lo fue a guisa de regla del templo de los Dieguinos Descalzos de Estricta Observancia de Méjico, templo que estuvo frontero al quemadero de La Alameda, ese templo fue saquado ya, vendido y ultrajado hasta la náusea, la incuria lo abandona y, hoy a guisa de "Pinacoteca Virreinal" alberga obras robadas a otros templos, este fementido museo funciona con una tristeza afrentosa. En la librería de la grande y alta condesa perviven mamotretos que formaban "Las Ordenanzas" del Real Monasterio de Nuestra Señora de La Merced, hoy de ese joyel queda sólo un esqueleto, armatoste que nada dice de lo que en el tiempo pasado fue ese grandioso monasterio mercedario. Este monasterio fue erecto merced de la gracia de S.M. el Sagrado rey N. S., quién dio Real Cédula que autorizaba su fundación en esta Nueva España, para ello el sacratísimo monarca con mucha largueza dio quince mil doblones de oro, ochenta reales y dieciséis maravedíes, a más que doscientas arrobas de maíz y otras cien de Caña de Azúcar para el sustento de sus cenobitas. Me di solaz placer cuando, dentro de esa biblioteca, echó luz en mi entendimiento, el famoso "Libro de Cuentas" de el Mariscal de Castilla, ese mariscalato de Castilla era llevado con boato y con mesura, lamentablemente la picota ávida de destruir el arte mejicano derribó la casa-palacio de esa noble familia novohispana, sus descendientes también han desaparecido para siempre jamás.
Ocultaba con mucho sigilo, en esa su biblioteca, la Condesa, unos documentos tristes, ésos hallábanse detrás de libros grandes con forro de cuero de buey, libracos de los que están en elevada altura lejos de miradas curiosas impertinentes, eran cartas del correo privado del arzobispo Franciso de Agvilar y Seixas, nefando misógino. Esas cartas no eran muy halagüeñas pero, en esos mamotretos había fojas que hubieron formado la desaparecida Carta de Relación del Marqués del Valle de Oajaca don Hernando de Cortés Monroy Pizarro y Altamirano. Propincuas de este mamotreto hállanse las chafarrinadas y pergeñadas "Cartas de Marear" de Fernando de Magallanes, farragosas Cartas que este cosmógrafo escribía cuando hacía su periplo de circunnavegación alrededor de la "mare nostrum" que no es sino la mar océano o viaje alrededor de la "Orbis Terrarum" que significa "isla de la Tierra" y era así cómo antes de Colón definía todo dios el Mundo que es la agora denominada "Tierra": como una ínsula, viaje que no termina sino sólo Juan Sebastián Elcano en las Hespérides, esto acaecía en el Año de Dios Nuestro Bien de 1522.
Esa biblioteca guarda las conspicuas obras de el gran Leonardo, obras de las que las viperinas lenguas de áspid afirman que están en posesión de Su Sacra Majestad Británica la Reina Nuestra Dueña y Señora, ¡nada más falso y mendaz! las conspicuas obras de ese sabio polígrafo hermético templario están a buen recaudo bajo el patrocinio desta condesa de Lennox, así como grandes obras de Copérnico; muchos de estos libros venían de antepasados nobles todos de la Condesa, otras de esas obras literarias hubieron sido adquiridas por el bibliófilo unigénito de la Condesa, bizarro hombre viril, bello, hermoso, enhiesto, culto y sensible al arte y a la literatura. La procedencia a punto fijo como orígenes y tratantes bibliófilos que los vendieron en subastas y que trataron esas ventas, queda a discreción de esa noble familia, por lo que se pierde –en el tiempo- cómo justamente llegaron esos incunables, a esa Casa-palacio de la condesa.
En el centro desa librería, o biblioteca si se prefiere, había un joyel medioeval, junto a una esfera armilar proveniente de San Lorenzo del Escorial, está enhiesto un grande facistol que sustenta aún ingentes libros de cenobio gaditano, ingentes libros de papel y, en vitela ceutí. Creo esa biblioteca guardaba una Biblia traducida por el homosexual humanista, el mayor de los hombres, el gran Desiderio Erasmo de Rótterdam.
A todo lo largo desa vasta biblioteca, baluarte de la cultura y de el saber, de la alta señora de Lénnox, en caoba y con caras de chantres, abades, santos y maestros de cátedra, sacados esos rostros de la madera de talla, yace la sillería que hubo sido de la Real y Pontificia Universidad de México. Sillería que quedó luego que Justo Sierra, Ministro de Instrucción de Díaz Morín, ordenó derribar la dicha Universidad Real y Pontificia, de esto las afiladas lenguas, siempre ávidas de contar todo lo visto, dan cuenta de que ese mayestático edificio fue vendido a un chabacano gringo tejano quien lo detenta dentro de su rancho en su vulgar Texas. La paradoja es que hubo un billete en México que, por el haz presenta la imagen de Justo Sierra y por el envés presenta ese edificio de la Real y Pontificia Universidad de Méjico, siendo que él lo mandó derribar para saquearlo. Esa rica sillería la hubo un comerciante de la Real Acequia y no se tiene cuenta cómo llega a manos de la condesa, hay quienes dicen que la tuvo antes la condesa de Miravalle en su casa de placer y recreo muy cerca de su celebérrimo Hipódromo, pero hay otras lenguas que cuentan que estuvo en el Coliseo desa misma condesa de Miravalle pues que ella era amadora de la comedia y de lo faceto y ridículo del teatro del taxqueño Juan Ruiz de Alarcón.
En la casa-palacio de la Señora Condesa, sólo el silencio se escucha, en veces sólo se deja escuchar el isócrono de un reloj de pie, en veces es el clangor de la campanilla de plata la que prorrumpe para demandar un vino o un refresco, en veces oímos el ruido del turíbulo a la hora de la misa en la capilla churriguera, deliquio en oro y blancos querubines alados. Los criados y las criadas eran, silenciosos aquéllos y discretas éstas, todo ese huero silencio pervive para preservar la euritmia que priva siempre en la casa-palacio de la Gran Condesa de Lénnox-Kénnedy.
El silencio sólo era espetado en las soleadas y azules mañanas, por el canoro de sus coloridas aves que eran una centena de canarios, y cenzontles de una opacidad que frisa en el negro color, pájaros ésos que son presos en blancas jaulas esta noble dama. Esas jaulas yacen confinadas en una veranda blanca y llena de luz, fabulosa esa veranda de la condesa, pletórica esa blanca veranda de un muro translúcido hecho a base de vitrales emplomados, los que ostentan translúcidas flores de lis no grandes sino más bien pequeñas, de color rojo purpúreo y aterciopeladas por el azur liliáceo de sus dos grandes labios muy equidistantes que las dividen, cada una ostenta tres lacinias. Esas lises unidas están por una guirnalda de jazmines, rosas, amaranto, madreselva y hierba hecha también en vidrio emplomado. Los vitrales caen a uno de los jardines que rodean la mansión de la castálida condesa, esos diáfanos vidrios allí engastados evocan reminiscencias de un tiempo pasado ido ya. Es a guisa de salón de armas y de armaduras ese alegre espacio de vitrales, es una exhibición unidimensional ésa la de ver en vidrio, escudos de armas heráldicas con sus reparticiones, cuartelados ya en aspa ya en cruz, en esmaltados colores azur, oro, plata, gules, sinople, púrpura y sable. Hay que contemplar y delectarse con el nimio detalle filigrana de ver cuarteles con aderezado o jaquelado con ajedrezados escaques, con husos o fusos, rustros, veros, contraveros, armiños, contraarmiños, en veces los hay ya mantelados, ya tajados ya tronchados. Algunos son cortados con burel de travesa. En esos cristales que tamizan el relumbre del sol, se ven leones rampantes, cruces de malta, castellanos castillos, grifos, hidras, unicornios, yelmos, jubones, gramallas, alabardas, adargas, jaeces y morriones. Escudos éstos coronados con el imperio de exployadas águilas bicéfalas, a modo de corona valar. A más de los vitrales, la Veranda tenía vetustos objetos de la era de las justas, había esa veranda una aljaba que es una caja portátil para el transporte de flechas, no es cuadrada esa caja sino estrecha por abajo y pende de una correa al hombro. Había esa veranda un tahalí, que es pieza mozárabe de cuero hecha, ésta pende del talle y lleva en sí un cuchillo bayoneta, en la Edad Media los soldados llevaban allí reliquias y oraciones. La enjalbegada y de calicanto Veranda había otras diferentes suertes de armas para la castrense guerra como lo son: lanzones, ballestas, partesanas, alabardas, picas y algunos arcabuces, muchas rodelas, palfrenes, gualdrapas, bridas, jaeces, adargas. Fijos sobre el encalado muro la puerta de acceso a ese Salón de Armas, unas vetustas buidas cimitarras y turquescos alfanjes valan una adarga oblonga en cuero. Esa veranda está hinchida de helechos puestos en macetas de barro. Este área contiene Sillas de vaqueta, pues en la Veranda la condesa suele tomar el café y el postre, después de haber manducado en el comedor de su casa-palacio.
La señora Condesa suele cuidar sus plantas aunque goza de la posesión de dos jardineros de planta que son eximios en el arte de crear paisajes con esos jardines, para ayudar a la seguridad, para atacar también a la soledad y, por el amor que ella, la Condesa, profesa a la Naturaleza, posee esta dama una jauría compuesta de once gozques lebreles y sus podencos que eran de pura raza y fieros por demás esos animales de pelaje radiante.
La Condesa había nacido para mandar al estado llano, para ello ha menester citar los señalados jardines gigantescos que algunos de sus palacetes tenían, pues que los jardines eran inconmensurables en la casa principal de nuestra grande Condesa, pues que prefería yacer más en esa casa señorial que en las otras que eran más casas de campo y casas en otras ciudades donde iba a arreglar negocios suyos, la Condesa. Para ir a nadar y a tomar el sol más bien tropical a la vera de un lago, la Condesa poseía una pequeña casa en el centro de un gran terreno, éste tiene palmeras y siete luengas y enormes terrazas, en ese lago el hijo de la condesa posee un yate, el nietecito desa condesa para practicar su deporte que es el esquí, tiene allí atracadas dos lanchas, dos porque una es de motor y la otra de turbina, la primera sólo es para practicar ése su deporte acuático que ya lo dije es el esquí acuático.
Pero sigamos en la principal mansión de la condesa en la que para los inmensos jardines había dos jardineros de fijo, uno era el desdentado Pedrito y de el otro el tiempo ha logrado borrar de mi memoria el suyo nombre de pila pero, que eran dos los jardineros en esa mansión principal donde pasaba más tiempo la Gran Condesa de Lénnox. He dicho que nuestra condesa nació para mandar a los de abajo, gracias a esa sapiencia innata en ella la Condesa, sus órdenes eran atinadas por lo que sus jardines eran de una elegancia tal que ellos sólo reflejaban el buen gusto de la propietaria. Las decisiones sobre cómo trazar y componer esos grandes jardines, la elección de las plantas, árboles y flores, siempre daban unos resultados que dejaban absortos los sentidos de quien contemplaba, esos jardines, por su grande belleza estética y por su grande elegancia. Oliscar el matinal relente primaveral en esos inconmensurables jardines principescos, era halgüeño a los sentidos.
El arte cisoria en esos palacetes de la Gran Condesa era mayestático siempre en todo momento, ese arte cisoria que era la usanza de la Condesa para yantar y manducar denotaba su mucha crianza y cortesía. La parsimonia y la frugalidad con que se llevaba la mesa en el comer me dejaba ver que las buenas maneras se ven más en la mesa que en otro tópico. En la esplendente mesa de esta condesa, debido al rigor de la propieraria, los cubiertos siempre estan dispuestos en el orden adecuado, las copas corren la misma suerte, siempre dos servilletas, plato de plata a la izquierda para el pan y, a la derecha otro para la ensalada con verdes legumbres y rojos jitomates.
La mesa, opípara siempre, rumbosa y servida con gran aparato ostenta jarras de plata, cubiertos de oro, campanilla de oro también, ésta para demandar un servicio o el plato siguiente para los comensales que a la mesa están. La mesa es servida por tres criadas como mínimo, el servicio se ofrece con bacías, cráteras, picheles, búcaros, salvillas, tembladeras, vasos, jarros, fresqueras bernegales, bandejas y charolas de plata de Taxco, limetas, teteras en plata labrada, de la repujada con anillos en marfil para aislar el calor de las asas.
Con frecuencia le son presentados a la mesa dos platillos fuertes para escoger uno de entrambos, que menestra de cabra, ora pescados, ora cordero, ora viandas rociadas con vinos de la Rioja, ora salpicados con fieros chiles agrestes y rijosos de las tropicales tierras sureñas, con fruición se yantaba y manducaban deliciosos dulces toledanos y panochas aljófares bruñidos con mieles de Cantabria, que un culín, postrero claro es,para hacer pasar todos estos manjares, mientras la tarde, en esa latitud, pasaba despaciosamente con un clima semitropical.
De esas cocinas salían viandas egregias, la mesa de esta la Señora Condesa es toda una lujuria de bellísma, es siempre esplendente, es todo un sarao ver esa la fastuosa mesa de la Condesa henchida de manjares costosos y de vajillas chinas con cubiertos de plata mejicana de Apan, de Taxco y provenientes de Real del Monte un real de minas del Conde de Regla, entre tantos que poseía; siempre fastosa era la mesa de la Gran Condesa y, el arte de la mesa, el arte de saber conducir la mesa para la Condesa era un arte que dominaba de manera tan sapiente que era paradigma de la perfección en el arte cisoria, arte inaccesible para el estado llano, la mesa ésa era presidida por la Condesa con alegría y simplicidad pero también con la parsimonia que le es propia de su luengo linaje prosapiado.
¡Pardiez! ¡Y qué decir de la piedad de la Condesa! La Señora Condesa era munificente pues era liberal en sus obras pías dando las auríferas monedas peluconas y las argentíferas onzas acuñadas ésas con el busto de don Carlos IV. La Señora Condesa no paraba mientes para obras de beneficencia que auspiciaba con alegre contento al subvenir el templo del Padre Francisco. No sé a punto fijo si esas dichas obras de Su Paternidad existían en efecto pues... que las noticias de esos hombres y de esas mujeres de religiones y de sectas son más bien disolutas y mancilladas de crímenes de abusos de poder y de potencias sexuales "non sanctas" pero, en dado caso, lo que sí sé es que la eximia caridad y munifencia de la Señora Condesa prodigaba con vehemencia mares de comida para los indios pobres menesterosos mejicanos que, amén que no eran de su raza, ella los proveía bien de alimento y mantenencias, a más de auspiciar fermosos proyectos para que aprendieran esos niños y esas niñas a leer en proyectos de ese Padre pues, que benefactora y buena cristiana era la Condesa de Lénnox, siempre tan blanca de alma como el color de su piel, que era níveo a ultranza.
El departir de la condesa y ella misma era una misma cosa: un arte pues la condesa era muy capaz en el conversar ya de ser conocedora de poesía, de retórica y de varios temas santos y profanos, por ello el palique, el arte de conversar y de hacer la tertulia en saraos de damas de elevada calidad, como en los de la esposa de Su Excelencia el Visorrey, era mélifico si la Gran Condesa se hallaba en los salones del Palacio Virreinal; también se verificaban esas tertulias en el estrado de la Grande Condesa en su palacio en el Salón del Dosel en el que, siempre la sociedad de sangre azur tenía sitial; conversar era un sólo gozo hacerlo con esta grande condesa pues su melífica charla era siempre ponderada y sabia, ya de ser una dama de mucha discreción. La Condesa siempre departe con deferencia y, sus comentarios siempre son insinuados, jamás ella habla golpeado, no ¡quia! ya parece eso tan feo en dama de tan alta calidad y consejo. La Señora Condesa al departir háse dulce y suave de modales pero goza de un férreo carácter impertérrito que le viene ya de lo escocés, ya de lo hispano de sus vertientes sarmentosas, a más de ello la firmeza que da la prestancia de saberse de alta estirpe de bruñido crúor. La Condesa departe, asiente, disiente en veces y lo hace con gracia, con risas melíficas, sus visajes son siempre cuidados, sus molicies movimientos son los de la más preclara y aljofifada nobleza mejicana, la que es patena. No dudaría en deciros que su noble estirpe le viene de los Infantes de Lara o los de Carreón. En fin, esta condesa departe contemporizando siempre con su interlocutor a quien siempre deja un hálito, un resuello de relente matinal, uno siempre sale con un frescor ya de haber departido con dama de egregia calidad y consejo.
La Condesa de Lennox goza de tan grande prestancia que con sólo verle, uno queda estupefacto, no os ocultaré que infunde inseguridad ver a dama tan alta frente a sí, pero que al ver su contemporizar uno coge confianza pues que en el Reino de la Nueva España no es fácil el acceder a los nobles y más sin son de blanca raza pues, que en general ese estamento social es pretencioso, ufano, vacuo, necio y fasta grosero las más de las veces. Pero... en hablando de esto de la pertinacia, pero si... ¡pardiez que la Condesa también ostenta joyas no refulgentes amén de la suya refulgente inteligencia que en ella es rutilante y preclara! ¡Quia que amén de ser la quintaesencia de la perfección la gran condesa, pues que ostentaba mal algunitas prendas! Pues que en esos reinos de SS.MM. nuestros señores los reyes, los criollos sus fijos dilectos, fácilmente son pretenciosos y vanos, lo son con demasiada facilidad sólo por ser de ese estamento social. Con ligereza, con la rapidez que da la irrefragable irreflexión, el criollo sólo por serlo, se sabe superior al otro sea éste indio, negro, mulato, endrino o mestizo. Los criollos suelen ser tozudos pues presentar desprecio por los seres de otras razas a los que creen inferiores. Esta creencia de superioridad que adolecía la Condesa era no debido a su título nobiliario sino a la suya raza; en el caso que nos ocupa era más bien debido a la ideología imperante en esa clase social y racial, y debido también a la cultura imperante en la Nueva España que así se concibe en esos reinos muchas veces la realidad, pues que la Condesa gozaba de una elevada cultura pero ostentaba la ideología propia de su clase social, ya de su raza blanca o criolla si se prefiere.
También dentro de esas prendas más holostéricas que holoséricas, hállanse otras ideas de la corriente estólida conservadora, como el heterosexismo. Pues que jamás en esos diez años que gocé yo de la munífica mano de esa señora la Gran Condesa, nunca jamás supo que ella estaba frente a un puto hideputa que bien que la había hecho pues, que la condesa ostentaba fobia por los putos y, yo soy uno.
No os ocultaré que la linajuda familia ésta me aceptaba de buen grado por mis maneras, y porque tenía yo su raza, eso me informaron esas muy nobles personas, eso lo declaro con justeza yo a sus mercedes los lectores desto.
Estos conceptos más ideológicos que filosóficos y, mucho menos científicos, que imposible de acudir a la ciencia para validar tales torpedades como la homofobia y la superioridad de la raza blanca, no mancillan la alta nobleza principal de la Señora Condesa de Lennox pues, como ya os lo he dicho, es de natural en esa clase que las gentes tengan ideas conservadoras (léase estólidas) muy vinculadas a las religiosas que privan en esos reinos de Sus Majestades Nuestros Señores los reyes. Ya el gran Erasmo preguntó que por qué jamás había un estólido que de hinojos demandara al Dios que le quitara lo estólido, ¡imposible! es la respuesta pues el estólido no sabe que lo es, así, jamás un religioso demandará que le quiten lo religioso, vincula la analogía y entenderá su merced el significado que esta enseñanza encodifica. Aclaro que el amor y compasión que la Condesa dispensaba en tratos a la servidumbre era impoluto, insuperable, ¿mejor trato? ¡imposible hallarlo nunca jamás! Esta acendrada familia era enemiga de la iniquidad.
La probidad en esta familia era impoluta, laudable esa virtud de ser probo y proba; he de confesar que aunque el adagio dice que detrás de cada gran fortuna hay un gran crimen, en esta familia no se veía sino que los negocios iban boyantes y con viento en popa ya de la astucia y ya de la sapiente inteligencia de el indiano esposo de la Señora Condesa, un Bayardo Creso. Éste era hombre quien no gozaba de título ninguno ni de real sangre ponderada, pues que el esposo de la Condesa era plebeyo de crúor nacido no en holandas ni en damscos, ni en brocateles ni en filipichines ni menos en tafetanes holoséricos de esos que hacen frufrú, sino de groseros labradores levantinos de la Valencia del Cid.
El Señor esposo de la Grande Condesa era valenciá como se dice allende la mar océano en esas tierras levantinas del Cid don Rodrigo Díaz de Vivar, aunque aquende esa mar dícese más bien valenciano. El levantino esposo de la condesa, cristiano viejo, con grandes trabajos durante decenios medró con turgencia los dineros, siempre con holgura, para lo que fizo una ingente fortuna proveniente de granjerías, aunque su mozallón nieto con dislates y excesos desmedraba esa ingente fortuna en volandas. Lo que el viejo fizo en decenios, su nieto en un breve desfacía con presteza y chabacana habilidad.
La Condesa engendró sólo un fijo, fijo, o hijo si se quiere; gentilhombre bien plantado y apuesto, hidalgo de belleza peregrina con gentil talle y con una faz de la más diáfana belleza, rostro de santo de un retablo churrigueresco ya de su limpieza de crúor de su preexcelsa calidad, calidad la suya devenida de sus mayores celtas y celtíberos.
Calatravo hombre éste que ostentaba el más novohispano de los nombres. Criollo de una belleza peregrina la que ostentaba éste el fijo de la Señora Condesa. Hombre apuesto y de buen talle era este hidalgo, este fijo de la Condesa era hombre cultísimo, omnisciente era en realidad pues nadie osaba competir con su erudición y sapiencia. Gentilhombre de gran clase era el hijo de la Condesa, insuperable la elegancia deste hombre de grande refinamiento y de mucha hombría viril, característica propia de los castellanos. Gallardo hombre de una belleza sin competición.
El novohispano hijodalgo, caballero muy principal, todo él guardaba gravedad, por lo que hierático y bizarro era pues que la bizarría es una de las bellas cualidades que esos Grandes de España poseen. No por ser Grande de España este ínclito caballero desdeñaba el palique y las risas, no, lejos de ello es un hombre que ama la amistad, el palique y el melífluo conversar que, en este arte este ricohombre es diestro y señor. Dan cuenta los lenguaraces, que este arte, el de conversar y el de gozar de holgura en el palique, le viene a este hijodalgo de su agnado ascendiente de Castro Urdiales, ese ascendiente de Castro Urdiales era hombre de la baja nobleza quien gozaba de falcónido mirar penetrante, de esto doy cuenta yo de ser una manifiesta verdad pues que en la pinacoteca de la grande condesa, su madre, yace el retrato dese cantábrico hombre de quien los deslenguados cuentan bogava por andurriales por divertimento y era amante de el vino, su trabajo era en una aceña.
Su fablar y pablar es todo enseñanza y sabiduría, siempre saca la cita exacta, siempre saca el latinajo adecuado, no faltan en veces picardías con las que salpica, como chile, las sabrosas anécdotas que ese gran hombre narra con singular elegancia y gracejo, eso sí, con un jerez o un tintorro en la diestra pues que en la siniestra mano siempre sustenta un cigarrillo o un habano. Este hombre, a más de su grande corazón dulce y bondadoso, ya de su grande cultura y, el "járisma" griego que es el carisma que, le cubre a todo él, miembro era de la pléyade, cenáculo parténico, Parnaso compuesto por lo más granado y sapiente desa sociedad novohispana pues, que disertar no había quien le ganase, ya que era único en la digresión y en la disquisición, sin soslayar nunca jamás la exégesis y la sindéresis, ciencias que domina con naturalidad como de quien gozó de la enseñanza para príncipe, que es su caso dicho sea de paso; gracias al dominio de esas ciencias dejaba siempre absortos y arrobados a los circunstantes que tenían a bien visitarle en su solariega casona, visitantes que eran los Señores Oidores de la Real Audiencia de Su Majestar el Rey, los Señores Cabildos ya civiles ya catedralicios, esto, cuando no estaba este señalado y fermoso hijo de la Señora Condesa de Lennox, en la Real Mastranza o en Los Gallos, o en El Hipódromo de La Condesa de Miravalle, pues que gustaba de solazarse con el azar, este Grande de España.
No es un panegírico que de él fago aquí, no, nada de ello ¡Dios me libre!; simplemente con justeza pondero los hechos de esa inmarcesible y perenne perfección de este grande hombre de grande belleza áulica. Belleza la suya la que ostentaba con donaire, brío y gravedad.
Este grave y omnisciente señor tenía por esposa a enhiesta dama de la más alta calidad. La esposa de este Creso era una mesurada dama de una gran familia de las de apellido mayestático pero, a pesar de ser hija de una gran familia de pro y linaje y, a pesar de la grande prestancia que ostentaba como si nimbada por halo de santidad estuviera, esta magnífica señora era, como lo dije "ut supra", mesurada en su magnificencia. A pesar del gusto por lo suntuoso que su marido profesaba, ella presentaba laudable cuidado en los gastos de su casa pues, enemiga era de dispendios, excesos y manirroturas.
Así y todo, amén de la prestancia y señorío portentosos de aquesta magnífica dama, pues que su clase y elegancia era a guisa de galeón real que se desembaraza sin parar mientes de las deleznables barquichuelas fútiles, decía pues, que a pesar de su grande prestancia, esta dama era de suave mansedumbre pues es dama que goza de suave trato y gráciles modales molicies; en esta alta dama priva el gentil continente y donaire propios de su clase que su clase es la de las altas personas, dama ésta de muy grande gravedad imponente que sobrepuja de donosura; alta ricahembra que infiere todo un embeleso a quien contempla su donaire de alta calidad y señorío. No es de extrañar estas sus adamadas maneras pues era poseedora de grandes señoríos y de una nada deleznable fortuna.
Para esta señora de gran guapeza y galana prestancia, siempre su voz era dulce y melificada, siempre impetraba con suma delicadeza para ganar la dilección y voluntad del otro. Suave profería siempre su atinado consejo y conceptos, siempre ésos henchidos de sabiduría, a más que su presteza siempre estaba presente y solícita para consolar al feble.
Esta eximia esposa, espejo de virtudes y harto discreta, dio a su marido, a el grave gentilhombre fijo de la Condesa, un hijo, entre otros que también tuvieron entrambos. Era éste mozo de buen talle y con aire de gente principal de esa de pro y de limpia y bruñida ralea, como era natural en su caso finalmente pues, que lo heredaba de sus mayores quienes eran sólo gente de noble estirpe.
El Bayardo hijo de la Condesa padre de este su necio mozalbete hijo, el celtíbero caballero padre de este zafio mozallón, era un fúcar Creso en la suya generosidad, que la suya era inconmensurable para con este su fijo, de su escarcela salían oros, onzas, peluconas, dírhames de maciza plata repujada.
Pero el hijo en dispendios no paraba mientes, nunca, jamás medía los gastos de sus manirroturas, lejos de ello, era caprichoso y, para él el dinero era una droga que, en la proporción de "más gasto, más insatisfecho y más necesito para más gastar y derrochar" pervivía ese chaval.
El amor que le profesaba su padre no lo obnubilaba pues tenía, como hombre sabio y justo, la hombría equilibrada de un dios griego, por lo que competía con la ingenuidad de su señora esposa la madre del hijo dispendioso.
Por ello para ambos padres todo era siempre desazón y reyerta constante pues, el malquisto hijo no valoraba nada de los bienes que recibía, y que eran vastos por no decir que casi infinitos, al grado que frisaban la desmesura, a mi fe.
El padre y la madre le prodigaban un empíreo de vida al vástago, le prodigaban al mozallón una espléndida vida pletórica de sin fin de riquezas: viajes, lanchas, mansiones, vinos, comidas, y, una vida regalada de holganza y... espita, que la vida de espita es vida deleznable pues, que este noble joven era procaz y malhadado en su disipado proceder de vida pues que su procacidad era inconmensurable pues que era insolente de sí este bello mozalbete.
Era sólo dolor ver al mozalbete pues, el infante amén de llevar una vida principesca, y amén de gozar de una cultura preciosa y refinadísima, y, a pesar de vivir rodeado de obras de arte de elevado valor, así y todo el hijo de este matrimonio jamás estaba contento ni menos feliz, y eso era categórico en lo absoluto. Para este chico la vida debíale mucho más, todo, él se creía acreedor de todo, y sin coto ni límites pues, para bien decir, las ingentes riquezas de sus abuelos y padres no bastaban para satisfacer sus deliquios de grandeza pues, que megalómano es este hijodalgo novohispano de limpia nobleza sevillana a más de presentar una lesión en la imaginativa. Enjuto leguleyo, amante de lisonjeros amigos, intempestivo mudaba siempre de dictamen pues, obsesivo era en sus pensamientos este señor conde.
El mozalbete éste llevaba siempre una vida de festinación espita, siempre en bacanales francachelas y en interminables dionisíacas, borracheras en las que el alcohol y el vino embriagaban la mente, perturbada ya de suyo, del infante condesito de el dictado ya citado.
Lamentablemente nunca sabemos dónde atacará la vida a la salud nuestra, pero que aquí atacó a ese señorito tresdoblado mal pues, ya la mente la tenía obsesionada con la avidez y codicia que presentaba del dinero de sus mayores y, a más, su alcoholismo.
La madre del doncel con su cultura europea, habituada estaba al consumo de licores espiritosos, cosa más grata no hay en esta vida, por ello no entiendo la torpedad de los mahometanos quienes odian el alcohol por prohibición de su Alá, en fin que hablaba yo del doncel y no de los alárabes.
La madre del noble joven vivía exánime ya de el perpetuo desasosiego, el padre por el contrario con la cólera y el desazón de sentirse traicionado por la vida al ver que, tantos esfuerzos en prodigar a su hijo con refinados estudios y grandes lujos, daban por resultado un endriago malandrino malhadado.
Este infausto Condesito era proclive asaz muy mucho a las bebias espirituosas y en demasía, la dionisiaca era su vida, la vida crápula de tarambana que llevaba el Condesito entre gente de andurriales no tenía parangón ninguno pues era inefable en su abyección.
Para sus buenos padres el Condesito no conocía zalemas ni genuflexión, él no sabía prosternarse ante la grande calidad que tenían sus padres al darle tantísimo amor, no, él en sus deliquios mentales sólo amargura, sólo acrimonia y misántropo había en su negra alma enferma irascible pues padece del mal de la megalomanía, a más de el mal de la mitomanía que lo conducía a mentir sistemáticamente sin necesidad. Sus frustraciones intempestivamente lo conducen a la ira.
De modo muy extraño, muy raro, el conde éste no presenta interés por el placer carnal en hablando de la sexualidad, siempre me resultará sintomático de su turbada mente el que no presenta pulsión por follar, por refocilar, por ayuntar sexualmente con alguien, ni siquiera en la autosatisfacción, la que él calificaba de sucia, cochina, puerca y nefanda, y para eso no aportaba fundamentos teológicos ni científicos, no, sólo le daba asco y condenaba la sexualidad gratuitamente como algo que acusaba de sucio y que le ocasionaba el asco. Esto significa que el este conde ostenta el grande problema de su asexualidad. Tal vez esa anomalía de su asexualidad, la presenta este conde como trauma en antagonismo a la prestancia, belleza y hombría de su padre, en quien se vislumbra con diáfana claridad la coruscada belleza erótica y viril potencia sexual propia del bello macho cuando éste está sano, cuando es bello que éste era el caso.
Ese infante ostenta líos graves sobre su sexualidad pues que la castiga como Dios lo manda: al cien por cien. Es un horror el que no goza, no presenta placer ninguno en follando carnalmente al refocilar una hembra ni aun un hombre. Quizá lleva hasta la ultranza de frisar en la anormalidad su paroxismal castidad, por el trauma que dice padece ya de su padre haber tenido una amante rijosa hembra de una ínsula en el piélago de las Antillas. No dejo de soslayo una malsana castidad merced a la fuerza edípica ya de un amor enfermo a su progenitora, lo que lo ponía en competición con su señor padre. ¡Hórridas sospechas!
El hijodalgo mozallón deleznable es procaz y proclive a lo nefando, taciturno y meditabundo siempre está; el menguado hidalgo cavila siempre proyectos nefandos de un nefario espantable.
Cuando mudaba de dictamen, en atrabiliario vestiglo tórnase este conde sin ocasión ninguna, lo que se dice una Euménide, y esto sin ocasión alguna.
El amigo vestiglo arquetipo del mal, atrabiliario presenta graves problemas, el crimen, su deliquio por ser racista lo compele a realizar esfuerzos sobrehumanos para somatizar su racismo, como él quiere que le acontezca, aunque en la realidad, físicamente no presenta cambios psicosomáticos ante los inidos a los que dice odiar. Pero lo que sí ha hecho es salir en las sombras de la tarde y con su auto ir a dar al través a las criadas indias que cruzan la calle, esto es criminal en ese fementido malaventurado señor conde de Lénnox de buen talante pero de mala laya.
Agora os cuento la más nefanda del nefario, la más deletérea de la mente deste embaidor protervo. Para ello no necesito de muchas voces. Su festinación, su anhelo vehemente era liquidar en muerte a sus dos progenitores padres para arrancarles en muerte la rica hacienda dellos, que el conde codiciaba con ahincanza como suya y de nadie más. Hacienda que necesita para sus infinitos excesos los que no conocen mesura, ponderación ni límite. El baluarte que son los padres y los abuelos, este heredero del título cuyo dictado ya he mencionado, es el deshonor de esa mayestática casa de Lennox pues que vive este bellaco conde compelido en hacer nefandas cogitaciones.
Ya de su menguada alma negra, que la suya es muy negra, ese mentecato frisa la demencia por sus desaciertos y desvaríos de calamitoso.
Los padres dese conde vivían en la tribulación, vivían cuitados transidos de dolor de ver a su desagradecido fijo tan aciago y lenguaraz, hez de esa sociedad novohispana pues la vida de ese maldiciente doncel era el baldón, el denuesto, el oprobio, la injuria, la diatriba, el dicterio, el vituperio, el salaz ludibrio con improperios, las afrentas, y las execraciones con invectivas.
Del lado de los padres no había increpación ni modo de reconvenir al inexpugnable mozo con la correspondiente reconvención, menos la admonición que lo llevara a cambiar. De nada servían los furibundos filípicos discursos que sus padres con amor y con acres argumentos, le consagraban, todo era en vano.
Del sibarita concupiscente hedonista epicúreo conde no sé si ya es capaz de arrostrar sus grandes problemas mentales.
Yo tengo como verdad apodíctica el axioma del filósofo. Aunque indubitable este axioma del erudito, no podemos aplicarlo como indefectible, esto es que no podemos analogar ese axioma maquinal ni mecánicamente de manera sistemática ni universal a todo dios, sería un craso yerro, esto porque no somos máquinas idénticas una a la otra. Esa verdad, ese axioma sólo debemos detectrlo en algunos aislados casos específicos. El filósofo afirma que el humano cuando niño si no conoce el sufrimiento, difícilmente ese humano puede conocer la compasión. Tenemos varios casos, uno de hogaño es el de jorge walker bush (sic.) quien de mozo fue un chiquitín consentido cuando niño, hoy éste no presenta ningún signo de compasión pues mata con alegría un millón de humanos con sus cristianas bombas y balas; a más hay que contar los otros millones que mata con sus políticas económicas.
En lontananza aúlla un perro que como agorero, ventea la muerte.
¡Vamos a Dios y a la ventura! ¡Vale!
Dése por cierta esta naracción que no por libelo infamatorio o infamante pues que se propugna la verdad y sólo eso. Para este efecto hube cambiado los nombres por unos imaginados.
Fin de: "EL CRÁPULA CONDESITO DE LÉNNOX"
fecit. José Francisco Gilberto Escobedo Mena y Pino
Licenciado en los reales colegios
Nota Bene
Ha menester aclarar que si cito a los chinos como esclavos y como criados, ha menester ver que América siempre los importa como esclavos, El Canadá y Estados Unidos Gringos los importan para contruir los ferrocarriles transcontinentales, Perú en América del Sur dónde hay colonias de chinos aún hoy en día es la reminiscencia de la minería, los chinos incluso fueron importados para Cuba donde fueron usados, aherrojados con cepos, en los campos de caña de azúcar. A La Nueva España el chino y la china fueron importados para su esclavitud como criado y servidor, a pesar que oficialmente fueron expulsados del país por motivos de salud y por políticas laborales en los albores del siglo XX con las políticas racistas antichinas, políticas orquestadas en articuladísimas asociaciones antichinas en tiempos de Álvaro Obregón y de Plutarco Elías Calles, amén de esas masivas expulsiones xenofóbas muchos quedaron en el hoy Méjico.
Jacobo I
"El rey de amor"
Entre 1603 y 1621 por las calles de Londres podía oírse este pregón “Larga vida a la reina Jacobo”. Y eso era porque Jaboco I de Inglaterra y VI de Escocia, sucesor de la Isabel I, fue abiertamente homosexual durante su reinado, a pesar de estar casado con la reina Ana y de tener hijos.
Tan conocida fue su afición por los muchachos que llegó a circular un epigrama que hacía enojar a más de un noble: “Isabel fue un rey; ahora Jacobo es una reina”.
Su primer amor fue Lord Esmé Gordon-Lennox, of the Dukes of Richmond, Lennox & Gordon, Señor d'Aubigny y conde de Lennox, su favorito por mucho tiempo hasta que un complot obligó al noble a salir de la isla. Otros nombres figuran entre los jóvenes que calentaron la cama de su majestad: George Gordon, conde de Huntley, y Alexander Lindsay, el vicechambelán real.
El rey también probó las delicias del pueblo: uno de sus amados compañeros fue Robeth Carr, un humilde joven escocés que durante un festival se cayó del caballo frente al rey en 1607. El muchacho entró al servicio de Jacobo y por mucho tiempo fue su devoto amante. Hasta que se caso con lady Frances Howard, una mujer con dotes para la conspiración, mismos talentos, que llevaron al destierro a la pareja.
Quizá la relación más duradera del rey fue George Villiers, quien empezó como copero real y pronto se convirtió, hasta 1617, en conde de Buckingham. Durante 10 años ambos se escribieron escendidas cartas de amor, que se han convertido en el antecedente de la literatura homosexual. En 1625, debido a la gota, la pena por la muerte de la reina y la edad, muere Jacobo I ; años después de 1628, Buckingham es asesinado por un enloquecido soldado que pretendía librar al mundo del Anticristo.
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