domingo, febrero 14, 2010
Varia et al. Y todo y tal
Uno de julio de 2006, Día del Canadá.
Varia et al. Y todo y tal
No puedo soslayar que pervivo obesivo y obsesionado con el estigma indeleble de la violencia de mis tíos y tías contra mí. Recuerdo bien que en esa casa en que se rebanaba el aire de lo pesado que era el medio ambiente por el miedo a que en todo momento solía romperse la euritmia inexistente para desatar pleitos y reyertas llenas de ira, de lágrimas, de odio, de dolor.
En esa casa todo estaba cerrado bajo llave en los cerrojos. Las puertas de ambas tías, la de mi tío y en tiempos de mi abuela hasta la puerta de el refrigerador, estaban cerradas con llave en los respectivos cerrojos. Era una desconfianza inconmensurable, al grado que de todo dios mis tíos hablaban mal. He de clarificar que sólo mi puerta, que era la de la recámara dónde mi padre y yo dormíamos, sólo esa puerta debía permanecer siempre abierta. Era como si mi padre nunca había terminado de pagar su yerro de haber ayuntado sexualmente con una mujer y, haber por ende, haberme tenido a mí.
Siempre intempestivamente estaba yo vigilado por mi tío y tías, hasta cuando entraba al baño era vigilado, muchas veces mi tío me tocaba la puerta con violencia para preguntar qué hacía yo en el baño, así que por ello soy constreñido, apremiado, ansioso y siempre angustiado, barrunto yo que por esos tantísimos años básicos de la vida mía de pervivir bajo esa presión, es que ahora soy así, angustiado y ansioso.
Gracias a mi tío mi padre y yo entramos a trabajar a la Secretaría de Comercio, Secretaría de Comercio y Fomento Industrial. Allí yo ya era muy espita y crápula pues gustaba mucho de las aguas espiritosas.
En esos buenos tiempos del dios (sic. pues el dios pues en mayúsculas me da escozor) harto ya de no encontrar un hombre de buen talle para pareja, tomé la resolución de hacerme de una mujer para amartelarme. Conocí en esa Secretaría a Edith, fue un sueño delicioso el tratarla, íbamos a comer pizza los viernes, era muy amable su compañía; después de la pizza íbamos a mi departamento en Lomas de Becerra, arriba de Mixcoac. Ella permanecía conmigo hasta tres días. finalmente nos casamos, yo la amaba muchísimo aunque me di cuenta prontísimo que cada vez más odiaba más el sexo con una mujer y cada vez más me faltaba un hombre, iba yo en contra de la naturaleza y eso me hacía muchísimo daño ¡muchísimo daño! llegaba a niveles paroxismales mi suplicio tormento tortura. Gracias al dios ella no estaba muy bien y le apareció, después de las bodas desposorias, la ira, celos, desconfianza, violencia, alienamiento mental que la hacía violentísima, ella me golpeaba cada vez que le daban esos ataques de celor infundados pues yo no le fui infiel a la mujer hasta esos momentos, claro que obviamente con las palizas y reyertas y violencia della me fui haciendo infiel obviamente y, como todo hombre, en veces salí a buscar hombres para follar en veces con esos hombres.
En realidad la fidelidad es algo, a mi ver, anormal, o en dado caso es para algunos la normalidad si les opera, no en mi caso que mi normalidad es sustentar tráfico carnal con todo dios, esto es que yo debo de darme salaz placer con hombres diferentes siempre pues, unos tienen vellos en el cuerpo, otros unas nalgas bellísimas, otros besan magistralmente bien, otros tienen unas pollas de antología, ora su color de piel es níveo, ora su aroma lo olisco suscitante, ya uno su recto hace la presión justa a mi verga, ya otro es limpio, uno es simpático, otro es bellísimo pero que por el dios que no abra la boca pues sólo sandeces profiere el infeliz rucio. En fin, por ello yo debo gozar en cambiando de hombre siempre pues unos gustan de ser penetrados mientras otros no se dejan penetrar lo que me frustra, otros amén que tienen nalgas maravillosamente hermosas no se dejan penetrar y, llega el que no tiene glúteos y le fascina ser penetrado, en fin, debo cambiar siempre para lograr al paso de cien, el hombre ideal, el idóneo en mi tálamo nupcial.
Hubo el sismo de 1985 que hizo estragos enormes y, como ese sismo derrumbó el edificio dónde Edith y yo trabajábamos, ese tiempo lo usamos para preparar nuestros esponsales. Ya casados Edith y yo, que nos casamos en desposorio, en el templo que yo había elegido: Santo Domingo de Guzmán en la Plaza Mixcoac, templo que se halla frente a la Universidad Panamericana dónde estudiara durante un año la Licenciatura en Economía, estudios que fize junto con Vicente mi amigo queridísimo y de luenga prosapia; decía que le fui fiel a Edith, en esa época yo asumía esa imbuida cultura de la monogamia, léase fidelidad, hoy veo el craso error feo que cometía contra mi persona y contra mi naturaleza por ende. Como sea el sexo era de buena calidad con Edich, ella era muy buena en la cama, lamentablemente también estaba muy mal influenciada por su madre, se dejaba influenciar pues así ella lo aceptaba y lo anhelaba, error que me dio la feliz salida para escindir nuestra relación la que Edith hubo transformado en un flagrante averno.
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