jueves, febrero 18, 2010

Mi primo Julián


No conozco yo bien la historia pero mi abuela Raquel recogió a un criollo niño rubicundo gallego de origen o asturiano, no sé ya sus castizos orígenes peninsulares, el caso es que sus padres le habían dejado al garete, este farruco tío era baturro en ambos sentidos, a este tío le decía yo, tío. Era el tío Julián. El tío éste tuvo varios hijos a quienes yo adoré, e hice mal pues ellos no me querían ni mucho ni poco por lo que se echaba de ver pero, por mi grande soledad yo regalaba mis valores por mendrugos y bagatelas que ellos me prodigaban de mal fario.

El mayor de los hijos de este tío, quien ostentaba el mismo nombre que el de su padre, mayestático bailaor de flamenco, tenía unas bellísimas nalgas y una grande muy buena polla, hermosísima he de decir, la que funcionaba magistralmente bien dicho sea de paso aunque nunca quiso mi primo éste penetrarme. Durante años yo lo follé a ése mi primo Juliancito, este primo mío cuando yo le cuestionaba de si le daba placer el que yo le penetrara analmente él declaraba que no. Esto me rememora y remonta la frase celebérrima de Friedrich Nietzsche que reza que el cristianismo "dio a beber veneno a Eros que no murió, pero por ello degeneró en vicio" pues siempre mi querido éste, me pedía anhelante que lo penetrara y, cuando yo le pedía penetrarlo, mi primo lo aceptaba de buen grado aunque yo sabía que le gustaba mucho el ser analmente penetrado por mí y, con el diámetro de bálano que ostento, no hay quien diga que lo acepta de grado, no, debe la persona ser auténticamente pasiva analmente para aceptarme pues de otro modo sería más que sentir una ligerísima penetración anodina. En dado caso mi primo Julián me decía que "se dejaba" porque yo era su primo ¡asombroso!.


Un día estando espitas la hermana de mi primo Julián, Covadonga, y yo, le cuento que yo follaba a su hermano, Covadonga me dice que ella no era tonta, me dice que ella también ha follado con su hermano pues que es de buen talle el tío.

Covis y yo conocimos en una discotega gay de el Distrito Federal, "Le Barón" se denominaba esa discoteca de la Calle de Extremadura en el vetusto barrio de Mixcoac, a Milton Estuardo, un gallardo guatemalteco al que llevé a casa para hacer sexo, era un dios de tan bello de carnes, nalgas fenomenales y pene portentoso, bueno en la cama pero, al final se quedó con mi prima Covis, creo se casó con ella. De este intríngulis mi prima Covadonga desató celos, por ello organizó quedarse sola con Milton Estuardo, buena idea pues Milton estuvo preso por robo a mano armada y todo y tal.

Esta historia de familia yo sabía cuando niño que la viviría al leer mi primer libro: "CHin chin el teporocho" de Armando Ramírez, allí, en ese mi primer libro vi la escatología, el placer carnal, el placer homoerótico, el escándalo familiar, la afrenta, el sudor, la miseria, el polvo, la ignominia de la vecindad (vivienda mísera y abyecta compuesta de dos o tres cuartos dentro de un ex claustro o dentro de una mansión solariega de algún conde o duque, en la que viven cien familias en promiscuidad sempiterna), ese libro contenía una grande parte de lo que sería mi vida permeada de esas vivificantes vivencias sórdidas muchas veces pero que, por el placer, bien valían la pena pues me daban bellos hombres y salaz placer carnal.

Fuere en ricas mansiones de Polanco o en vecindades del Centro, así siempre tuve que vivir la vida homosexual mía: a hurtadillas, furtivo, subrepticiamente de la clase social, de el nivel cultural, de la raza, del linaje, de la posición social y racial a la que pertenecía en esa sociedad. Viví y confieso que volvería, con algunas modificaciones, a vivir la misma vida pues que disfruté asaz muy mucho todo, y a todos los hombres con quién ayunté carnalmente yo; recuerdo a grandes prohombres de alta sociedad, blancos de carnes, ojiverdes, criollos, ricos, algunitos hijos de Ministros, otros, hijos de políticos de poca monta, ora hijos de potentados, ora placeros de mercado que vendían verduras, ya parientes lejanos ya cercanos de toda suerte porque primos por montones que follé y que me refocilaron como Dios manda.

Recuerdo muy bien los 'rapiditos' debajo de escaleras de vecindades vestustas y obscuras en el Centro de la Ciudad de Méjico, rapiditos en que el otro puto se bajaba los calzones y se empinaba para que se la metiera sin profiláctico de prisa incontinenti pues podía llegar un ladrón, un vecino, un policía. Recuerdo puntualmente la trastienda de un restaurante en el solariego barrio "Polanco" en que dormí con otro gay, uno más que tenía un grande piano en Tlalpan, recuerdo un polícía negro hermosísimo y de buenas nalgas, ¡ah! la cosa más hermosa fue el hijo de un militar en la Colonia de los Doctores, eso fue maravilloso, me "eché" a un arquitecto de pene minúsculo pero hermoso de nalgas quien era pareja de un amigo, cuando lo hallé eso yo lo desconocía totalmente.

Recuerdo tantísimos hombres, miles he de decir; en la Secretaría de Comercio varios fueron con los que follé, uno se llamaba Julio, era el que pagaba y ése se había cogido a medio piso, hombres y mujeres por parejo puen amén que Julio era feísimo, tenía buen miembro. El el CETIS 32 también, allí con Arrieta me acosté y con unos siete maestros y empleados más pues que organizábamos lúbricas orgías de hombres en mi departamento de la Colonia del Valle.

Si tomo títulos de libros para resumir mi vida son "Confieso que he vivido" y "CHin chin el teporocho", además de "Fuerte es el silencio".

Creo que mi retahíla y ringle de libros que denotan mi vida serían varios o quizá muchos debo decir yo pero, mi vida, de verdad, que estuvo llena de peripecias, anécdotas y, siempre muy vinculadas con el amor homoerótico y con el ocultamiento de esto, recuerdo a un nieto o hijo de un prócer que para colmo de males era de el mismo nivel social y racial que el de mi madre, también hijo de escritor como es el caso de mi madre, también yucateco como mi madre y también criollo de la "casta divina" como lo fue la puta que me parió. En su lujoso condominio yo follé a este bello prohombre que está casado con una ricahembra, recuerdo que me daba tanto placer que yo a él le enviaba arreglos florales a su casa pero eso lo enojaba mucho pues temía que su esposa lo descubriera, él arregló todo diciéndole que los arreglos se los enviaba yo a ella: ¡mendaz el hideputa! pues la verdad era que sus blancas nalgas velludas y sus verdes ojos me ponían febril, eso era todo.

En hablando de el libro de Armando Ramírez "CHin chin el teporocho", éste me transporta a las grandes relaciones sexuales con un primo mío de la Puebla de los Ángeles, primo de quien estuve enamorado años pues los acostones con él, aunque por nuestra mocedad eran más bien acostones muy mediocres, había mucha pasión y mucho cariño, hoy sé que si su padre supiera que nos cogíamos recíprocamente mi primo y yo, lo mataba a él amén de ser su hijos ese mi primo pues, el padre de este primo es violento en demasía. Este gran amor no estaba basado en la comunicación, no, no había comunicación ninguna, más bien era lo jóvenes que él y yo éramos.

Recuerdo, ya por último, que mi amigo Luis Antonio Pardo Arroyo me invitó a Tierra Caliente Michoacán, a Tuzantla, en esos viajes conocí al gran cantor Juan-Gabriel, lo conocí en la radio de mi amigo Luis Antonio, a esos viajes llevé a mi primo Julián, en ese infierno de calorón tórrido de "Tierra Caliente:", como si fuéremos amantes mi primo y yo refocilábamos con mucha pasión, hase de aclarar que en esa gran casona, había pocos cuartos todos enormes por lo que todos los hombres dormíamos en uno desos cuartos y en otro todas las mujeres, de los acostones con mi primo todo mundo en nuestro cuarto de esa casona, cada noche escuchaba los ruidos que hacíamos mi primo y yo, ruidos, gemidos, sonidos del placer de mi primo y del mío.

Siempre quise hacer un libro de todas esas historias que viví, una siempre mejor que la otra. Cuando leí el libro "El vampiro de la Colonia Roma" vi que ya alguien se me había adelantado. De todos modos cuesta tantísimos millones sacar a la luz un libro, además de tantísima inteligencia, y yo que no tenía ni los millones ni la segunda calidad pues, me conformo con ofreceros a usted, lector destos picarescos seres procaces, los seres que conformaron mi martingala vida.

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